CAPITULO 20 Fragmento de la “” ESTRUCTURA DEL COSMOS “”
por SIXTO PAZ
Edicion Gisela SELINA Rosenthal-Quimbel..
audios
Jesús fue una persona de nuestro planeta, no un extraterrestre, mas bien un
terrestre extra, que a través de múltiples encarnaciones alcanzó un alto nivel
de evolución. Ya no necesitaba encarnar, sin embargo, por amor a la humanidad
aceptó volver, como el "Maitreya" o Buda de la compasión, para
compartir su iluminación y guiar a la humanidad hacia la paz y la verdadera
felicidad del amor y servicio.
Era muy importante que alguien de ese nivel viniese y nos recordara la gran
expectativa a nivel cósmico que pesa sobre nuestro planeta. Por ello él vino
una vez más, dejando atrás su lugar como Gran Señor de Shambhalla, ya que se
encontraba espiritualmente dirigiendo a la Gran Hermandad Blanca de la Tierra
en el intramundo.
Jesús era un ser humano extraordinario que progresó con gran esfuerzo a través
de sus diversas existencias en nuestro planeta. El Mesías llegó al nivel de no
sólo aceptar volver, sino prepararse para sufrir en carne propia lo que es la
purificación planetaria mediante pruebas muy duras en lo material, moral,
psíquico y espiritual. Las máximas pruebas a las que estuvo sujeto se
canalizaron por medio de la inconciencia, la incomprensión, el egoísmo, la
ignorancia y la necedad de los demás, que en resumen no es otra cosa que el
miedo al cambio y la transformación. Pero sólo así se podía sacar a la
humanidad del error y hacerles recordar su responsabilidad colectiva, mostrando
como alternativa el ejemplo de compresión y de amor sintetizados en el perdón,
que llega a ser una fuerza tal, que supera incluso la muerte física y da poder
espiritual sobre la materia.
Él tenía que conmover a otros iniciando una reacción en cadena de
espiritualidad, motivándonos con su ejemplo y actitud a intentarlo también,
trascendiendo los esquemas y perjuicios, los dogmas y todo aquello que resta
libertad a la mente, al alma y al corazón. Además la vida de Jesús fue una
lección de sencilla y práctica espiritualidad, en donde la enseñanza más
profunda fue recordarnos nuestro lugar; aquel sitial que nos ha sido asignado
por las Jerarquías en el Plan Cósmico.
La Tierra, como ya sabemos, se encuentra en un tiempo alterno respecto al Real
Tiempo del Universo, por lo cual, la presencia de Jesús o también llamado el
Señor del Tiempo, por su dominio y autoridad sobre la cuarta dimensión producto
de su avance espiritual permitió comenzar a reconectar los dos tiempos,
asegurando con ello una continuidad en el proceso, ya que los acontecimientos
presentados en nuestro mundo estaban complicándose cada vez más, escapando de
cualquier control u orientación posible de parte de los extraterrestres
vigilantes. Así las posibilidades de un reencuentro disminuían lo que podría
ocasionar una paradoja espacio-temporal que llevaría a la inmediata supresión
del tiempo y proceso terrestre. De ahí que en los planos elevados se solicitara
un voluntario para encarnar como misión a la humanidad, al Plan y a la conexión
cósmica, señalando el camino a seguirse. Y ése fue el real ser de Jesús.
María, la Virgen
María era un espíritu nuevo, condensado de lo más precioso del estanque cósmico
donde se destilan las energías de los reinos de la naturaleza para constituir
un espíritu o esencia humana ; una síntesis del espíritu planetario; alguien
que por su elevada fuerza y sencillez estuviera dispuesta humildemente a
aceptar ser parte de los designios de lo Alto. María, simbólica y
efectivamente, representó la parte femenina, incorporando en ella la energía y
el espíritu planetario que se expresa en la naturaleza o en lo que llamamos
"la Madre Tierra". Ella representó la Tierra, y Jesús al Cielo o al
Cosmos, porque él se preparó durante una buena parte de su última existencia
material para incorporar a lo largo de los tres años de vida pública a un ser
de otra dimensión; una entidad exterior con quien coexistió durante la parte
final de su vida misionera. Y luego, esa misma entidad lo dejó solo delante la
prueba en el momento de la cruz, para que sellara su misión por propio mérito.
El caso de María, la Virgen, es, desde sus remotos antepasados y especialmente
desde sus padres, Joaquín y Ana, también el de una persona programada. Sus
padres, estériles, eran seres de un alto grado de conciencia y espiritualidad,
que se comprometieron a crear las condiciones como para que viniera a través de
ellos un ser especial que pudiera servir para un plan mayor. Por eso desde niña
fue una virgen ofrecida y dedicada al templo, por lo que en su caso jamás
tendría relaciones sexuales con algún hombre.
Tras la resurrección de Cristo, María fue el elemento cohesionador de toda la
comunidad cristiana, y al morir fue elevada a dimensiones superiores,
encarnando en otros planetas y volviendo en los últimos siglos en naves
interdimensionales de la Confederación para guiar el despertar colectivo.
Pero volvamos a sus comienzos, diciendo que cuando José se desposó con ella,
era un anciano y viudo. Tenía varios hijos, algunos de ellos mayores en edad
que María. Él pertenecía a la tercer orden de los Esenios que la constituían
los matrimonios, por lo cual tenía una formación religiosa muy profunda y
aceptó, muy a pesar de las críticas de los sacerdotes esenios del templo, la
solicitud y las recomendaciones de los aislados para que desposara a María bajo
condiciones distintas a las usuales. Mas en el templo, una serie de sucesos
paranormales, así como presencias angélicas llevaron a los sacerdotes a
percibir que aquella niña había venido con una misión especial, por lo que su
matrimonio lo aceptarían como sólo una apariencia, y que debía darse para protegerla
hasta que se aclarara para lo que estaba destinada.
Por vía astral o de los sueños, José, hombre justo y sabio, fue advertido que
el embarazo de María era algo programado desde lo Alto, por lo que su parte en
el Plan era de darle cobijo, orientación y ayuda. Sólo así se podía dar
cumplimiento a lo que estaba previsto. Entonces quedemos claros que más que un
matrimonio, fue una suerte de adopción.
Su embarazo se llevó a cabo por medio de una inseminación artificial a
distancia disponible a través de una tecnología como para efectuar una
transmisión electromagnética. Y reiterando su naturaleza humana, el semen
utilizado correspondía a un banco de esperma que contenía los aportes de los
más importantes representantes de la historia bíblica como Abraham, Isaac,
Jacob y Moisés entre otros. De entre todos ellos se seleccionó uno adecuado,
porque tenía que ser un cuerpo muy especial que resistiera esa entidad y
energía que a través de él debía actuar.
Llegando a Belén
Era la tercera semana del mes de marzo del año 7 antes de nuestra era en la
región de Judea. Empezaba a calentar el ambiente, y ya los pastores sacaban su
rebaño de noche aprovechando el alejamiento de los fríos invernales. Hacía tan
sólo unas horas que toda la familia de José se había refugiado al amparo de una
gruta utilizada para resguardar el ganado del viento.
María acababa de cumplir sus catorce años y ya estaba esperando un hijo cuya
concepción estaría envuelta en el misterio para todos, pero no para ella que
había aceptado ser fecundada a distancia por una insólita luz. El cansancio y
los dolores de parto se estaban intensificando lo que había apurado a aquel
pequeño grupo emparentado por las circunstancias, a buscar refugio para
recuperar fuerzas. El haberse detenido les había impedido alcanzar la cercana
población de Belén, cuna del Rey David. La noche ya estaba cayendo y era
peligroso continuar.
Angustiado por los requerimientos de atención de la joven, José, envió a
algunos de sus hijos a buscar una partera a Belén. Pasó un largo rato y como no
volvían, la urgencia lo hizo que enviara al resto para acelerar la llegada de
la comadrona. Se quedó así solo con la parturienta, solo para ser testigo de
eventos extraordinarios...
En su desesperación, aquel hombre justo que había tenido que soportar todo tipo
de habladurías y hasta el juicio de los sacerdotes por hacer caso a una visión
en sueños donde se le pidió aceptar un Plan Superior en torno a la extraña
concepción, salió de la cueva y se puso a mirar a la distancia, y luego, ligeramente
más relajado, al cielo. Allí contempló la presencia de un hermoso lucero en el
luminoso firmamento estrellado. Pero éste lucero no se mantuvo quieto, sino que
empezó a hacer toda suerte de movimientos en zig-zag; y luego se colocó en la
vertical donde él se encontraba, empezando a descender vertiginosamente
acompañado de una explosión, liberando un extraño vapor a manera de niebla,
transformándose rápidamente en una nube, pero clara y brillante.
El nacimiento del Mesías
La caída de aquel cuerpo celeste fue demasiado para José, que huyó sin rumbo
fijo, alejándose del lugar, llegando precipitadamente a unas colinas cercanas
donde había divisado un fuego encendido. Allí se encontraban un grupo de
pastores cerca de sus animales. En su angustia ni siquiera se presentó, sólo
quería llamar su atención para que vieran como la nube había descendido sobre
el improvisado albergue de la gruta. Aún no había recuperado el aliento ni se
había calmado del primer susto cuando al hablarles a gritos a aquel grupo de
hombres rudos, observó que las flamas del fuego estaban quietas, el viento se
había calmado, los pastores estaban estáticos, inmóviles y el ganado tenía la
hierba en la boca pero no la estaba comiendo, ni se movía.
Era como si el tiempo se hubiese detenido para dar cabida a una nueva realidad,
la de la esperanza. Se había formado un portal hacia la cuarta dimensión. En
ese instante era como si el universo hubiese descendido en la Tierra como
comprimiéndose sobre su cabeza y dejando a continuación sólo una ventana hacia
la nada o hacia el todo. El susto fue mayúsculo para José que inmediatamente
recordó haber dejado sola a María, por lo que volvió por donde había venido tan
rápido como se lo permitían sus cansadas piernas.
Al irse acercando pudo contemplar cómo de la nube que se mantenía a unos diez
metros por encima del suelo, pero cubriendo la mayor parte de la cueva,
descendió un haz de luz azul brillante y a través de él, bajaron tres seres
luminosos de apariencia humana, pero muy altos en comparación de los
extranjeros que solían venir por los caminos de aquella provincia romana.
Aquellos hombres de resplandecientes túnicas blancas se dirigieron directamente
hacia el interior de la cueva, y José, venciendo sus miedos, fue detrás de
ellos. Dentro estaba María acostada sobre la paja que servía de granero al
ganado. Ella recibió con expectación y alivio a aquellos enviados del cielo. La
carga de la responsabilidad y de la incomprensión de los demás a lo largo de
los meses después de que se conoció su embarazo había sido insufribles. Pero
ella confiaba que llegado el momento sería reconfortada.
Dos de los luminosos seres se colocaron a los lado de la joven, mientras que el
del medio se mantuvo frente a ella. Inmediatamente los tres visitantes se
inclinaron ante María en señal de respeto y reconocimiento de su persona y su
sacrificio. Ella estaba representando y a la vez encarnando a la nueva mujer, a
la nueva Tierra, a la madre cósmica.
Aquellos que se encontraban en los laterales extendieron sus manos a cierta
distancia por encima del vientre de ella, mientras que aquel que se encontraba
al frente lo descubrió respetuosamente. Luego alzó sus manos, juntando las
palmas y separando los dedos. En ese momento una poderosa energía a manera de
esfera de luz se concentró entre las manos y al descender con ellas hacia la
joven postrada, efectuó una cesárea totalmente aséptica, extrayendo del
interior de la madre al niño predestinado; cortando de inmediato con la misma
energía movilizada el cordón umbilical y procediendo de inmediato a limpiarlo,
lo depositaron en los brazos de la madre. Luego, aquel que llevó a cabo la
operación selló la herida con la luz, de tal manera que María, la virgen del
templo, fue virgen antes, durante y después del parto. Era un 19 de marzo.
Recordemos que fechar el nacimiento de Jesús años antes de lo que
tradicionalmente se supone es un hecho que está sustentado por diversos
antecedentes históricos. Ello se ha determinando a partir de dos supuestos
errores detectados en los documentos en donde se asientan los acontecimientos.
El primer error se cometió cuando el emperador Carlomagno dispuso la
modificación del calendario con el fin de no tomar como referencia la fundación
de Roma, sino el nacimiento del Salvador, fecha que hizo coincidir con la
muerte de Herodes el Grande, siendo que ésta tuvo lugar cuatro años después que
Jesús llegase al mundo. El segundo error data de la época del Papa Gregorio. En
este caso el calendario sería modificado sin tener en cuenta el censo que
Octavio Augusto mandara a realizar en Judea, por lo cual se añadieron tres años
a la ya desfasada fecha.
Jesús tampoco nació en diciembre. La confusión viene que el día 25 de diciembre
se celebraba en Roma la fiesta pagana del Sol, ocasión en que se hacían regalos
a los niños. Al convertirse el imperio romano al cristianismo, para no perder
la costumbre de celebrar esa fecha y al desconocer el día exacto del nacimiento
de Jesús, éste se sobrepuso quedando estrechamente relacionado con aquella
fiesta popular.
Y volviendo al relato, fueron entonces estos seres estelares, los primeros en
rendirle homenaje a aquel que, teniendo el mismo nivel que ellos, venía a la
Tierra, para llegar a ser más que ellos.
Los reyes de la Hermandad
Pasaron dos años en que la familia debido al portento vivenciado en el lugar se
había radicado en Belén. Fue entonces que llegaron a Judea los llamados magos
de oriente, miembros de una secreta orden mundial positiva conocida como la
Hermandad Blanca de los Retiros Interiores.
Ellos venían siguiendo una misteriosa estrella, que no era otra cosa que una
nave portadora de los mensajeros del cielo, de los ángeles de antiguo, la que
terminó deteniéndose sobre el lugar donde la familia vivía. Hasta allí fueron
aquellos hombres santos que habían partido hacía dos años desde Mesopotamia
después de haber realizado toda suerte de cálculos astrológicos. Venían
trayéndole al niño objetos que le habían pertenecido en su vida anterior, los
cuales él pequeño Yeshua ben Juseff, tal era su nombre, pudo reconocer sin
dificultad de entre otros más atractivos. Fueron suficientes los cálculos y las
sincronías para saber que él era el enviado, el liberador, el Mesías esperado;
aquel ungido desde antiguo para sacar a la humanidad del único original pecado
que arrastra, que es la ignorancia.
Los Magos Maestros a continuación entregaron a la familia recursos económicos
para que se pudieran radicar en Egipto durante algunos años, para preservar así
la vida del niño. Después de esto, alabaron a Dios y se regresaron por otro
camino concientes que se había iniciado un Tiempo Nuevo lleno de esperanza, y
que algún día la humanidad lo entendería y asumiría el reto de su propia
cristificación.
Como un dato adicional, para comprender mejor la Misión de Jesús, debemos
recordar que vivimos en un Universo Material de siete dimensiones, por lo cual
poseemos siete cuerpos para actuar en aquellas dimensiones. La mayoría de los
individuos que habitan nuestro mundo son seres de 3,3 lo cual significa que se
mueven dentro de la tercera dimensión con sus tres primeros vehículos: el
cuerpo físico, el astral y el mental inferior, que es el carácter y la
personalidad.
Pero Jesús era un 3,6 habiendo llegado ha desarrollar en vidas anteriores su
conciencia espiritual que es el 6. Mientras que los extraterrestres que nos
visitan son seres de 4,4 y 4,5 esto es, que se mueven en una cuarta dimensión
viajando a través del tiempo y del espacio, y con una conciencia de su
potencial psíquico en adelante. Los que asistieron el nacimiento del Maestro
Jesús eran 6,6.
Después de su resurrección, Jesús pasó a ser 4,7 nivel éste de séptima que
nadie había alcanzado hasta ese momento, abriendo la puerta a realizaciones
mayores de la propia humanidad.
Veamos esto en las siguientes líneas.
El niño, el Hombre y el Cristo
La familia abandonó sigilosamente Belén y la provincia, trasladándose a
Alejandría en Egipto, ubicándose al lado de los esenios alejandrinos conocidos
como los terapeutas, donde permanecieron hasta que el niño cumplió los cinco
años de edad, considerando entonces el momento de volver y estableciéndose por
espacio de un año en una tienda de beduinos al lado del monasterio de Qumrán a
orillas del Mar Muerto, recibiendo así la familia, especialmente el niño, una
educación y orientación especial basada en la búsqueda de la verdadera pureza,
la perfección y la bondad.
La historia de los Esenios data de 200 años antes de Cristo. En ese entonces se
les conocía como nazarenos, del árabe nasrani o Guardianes de la Alianza, y
formaban pequeñas comunidades asentadas a orillas del mar muerto y cerca de las
grandes ciudades como Tiberíades y Caná, donde vivían observando fielmente los
mandamientos de la Ley mediante votos de pureza, celibato y servicio a Dios.
Entre los años 175 y 150 antes de Cristo, la secta se estableció en las ruinas
de un fuerte construido por los reyes Ezequías y Josías. Hacia el 137 a.C.
arribó un segundo grupo, los llamados "sacerdotes de Sadoc",
procedentes de Leontópolis, Egipto, donde se había establecido una colonia
judía en el año 154, bajo la protección Onías III. Este grupo se consideraba
sucesor en línea directa del sumo sacerdote Sadoc y se sabe que los manuscritos
bíblicos que obraban en su poder sirvieron de patrón para los trabajos de los
copistas de Qumrán. El fundador del movimiento espiritual fue Moreh Sedeq, el
Maestro de la Justicia, quien fue el restaurador de la Ley de Israel y fundador
de la Comunidad de la Alianza, cuya misión era recuperar la esencia de la
doctrina a través de una vida espiritual.
Posteriormente, José y su familia, se instalaron en forma definitiva en lo que
conocemos como Nazareth, en donde existía una pequeña aldea de familias esenias
que tenía talleres y atendían con sus servicios profesionales a otros pueblos y
aldeas cercanas; entre esos talleres estaba el de carpintería y ebanistería de
José. Allí Jesús trabajaba al lado de sus hermanastros, y desde ese lugar
realizó algunos de sus viajes de preparación recordando con ellos iniciaciones
pasadas.
Desde los diecisiete años, él alternó temporadas de trabajo en la carpintería
con esporádicas convivencias con los esenios, algunos viajes con caravanas a
Mesopotamia, Persia, Agfanistán, El Himalaya y la India. Durante ese tiempo
tuvo repetidos contactos y encuentros cercanos físicos con los Vigilantes y
Guardianes extraterrestres, la Hermandad Blanca de los Retiros Interiores,
maestros de diversas religiones y escuelas, pueblos exóticos y realidades
crueles y duras, así como innumerables experiencias a niveles astrales y
espirituales que lo prepararían para enfrentar su misión y la tentación
intrínseca que ésta llevaba.
La tentación del falso reino
En sus cuarenta días de aislamiento en el desierto, durante los cuales ayunó y
se preparó para lo que sería su misión pública, Jesús es tentado por los
demonios, por las fuerzas oscuras del planeta que le dicen que si tiene hambre,
por qué no convierte las piedras en panes, mas él les contesta que no sólo de
pan vivirá el hombre, sino de toda palabra salida de la boca de Dios, dándoles a
entender que uno puede dejar de comer, pero no de respirar, porque la Palabra
es el aliento..., el aliento es la respiración.
Lo lleva a la cornisa del templo y le dice que se arroje, ya que si va a
empezar una misión tan peligrosa como la que tiene programada, es mejor que
sepa desde ya, qué tan cerca realmente está Dios de su vida. Jesús le contesta,
"escrito está no tentarás al Señor, tu Dios". No le está diciendo,
"no me tientes a mí, yo soy tu Dios", sino que no va a caer en el
juego de tentar a Dios que le demuestre lo tan cerca que está de él.
Después lo lleva a lo alto de una montaña y mostrándole todo lo que tiene
debajo, le dice que todo eso le dará si se postra a él y lo adora. Jesús vuelve
a contestarle diciendo, "escrito está que sólo ante Dios te postrarás y
sólo a Él adorarás". No le está diciendo "nooo, adórame a mí".
Naturalmente esa era la respuesta de un ser como él que no iba a caer en el
juego de la vanidad o de los egos, teniendo por ese entonces ya mucho más claro
el rol al cual se había comprometido.
Miguel: El Resplandeciente que convivió con el Hijo del Hombre
No fue precisamente en el momento en que Juan lo bautizó en el río Jordán en
que se incorporaría el Hijo de Dios en el Hijo del Hombre. Esto sucedería
gradualmente después cuando comenzó a reunir a sus discípulos. Jesús brindó sus
siete cuerpos para que en un octavo superior, un ser ultraterrestre procedente
de la octava dimensión en adelante, contribuyera a marcar el camino de la
humanidad.
El Cristo Cósmico señala a aquella entidad del Universo Mental que asumiendo su
parte en el Plan, convivió los tres años de la vida pública de Jesús, con él y
en él. Ese ser es aquel que todos conocemos como el Arcángel Miguel, uno de los
Resplandecientes Padres Creadores de universos, que no es Dios, sino una
manifestación de Él, como lo somos cada uno de nosotros también.
Además, para Jesús, por muy espiritual y evolucionado que fuera, naturalmente
le resultaba difícil convivir con el conocimiento de la trama final de su
existencia, por lo que esta entidad superior lo apoyó para que pudiera vivir
con ese conocimiento y así poder enfrentarlo.
Antes, durante la etapa de preparación, Jesús tenía una idea de lo que sería su
proceso, pero al iniciar su vida pública, llegó la información exacta y el
detalle de cuanto le iba a acontecer. Era como una visión tenebrosa que
producía una carga angustiosa excesivamente pesada. De allí la solidaridad
manifestada en Miguel, quien también requería sentir esta dimensión y todo
cuanto aquí se ha gestado.
Recuerden que lo bueno y lo malo ha procedido de los mismos Padres Creadores
Universo Mental , que por haberse acercado mucho a su creación, hoy se
encuentran divididos y enfrentados.
El amor de ser vivenciado en su real dimensión y magnitud, es capaz de conectar
universos paralelos y proyectarlo a uno mismo a dimensiones superiores,
transformándolo. Esta conciencia se manifiesta también, cuando un ser eleva su
vibración a tal punto, que despierta sus potencialidades, descubre su capacidad
de actuar a través de sus siete cuerpos, de sus planos y de dimensiones de
conciencia. Y siempre esa actuación es en función del servicio a los demás.
Durante sus tres años de vida pública, Jesús transmitió un mensaje de
liberación a través del Amor y la Verdad. Hablaba que el Reino de los Cielos es
un estado de conciencia al que se puede acceder por medio de la Voluntad y la
Fe para sobrevivir a la muerte mediante una nueva alianza de lo eterno y lo
interno.
El desenlace y la victoria
Jesús pudo soportar la inmisericorde flagelación así como toda la angustia, el
desaliento y miedo por cuanto no estaba solo, pero no por ello dejaba de sentir
o sufrir, si no sería menos meritorio su sacrificio.
Pero Miguel sí dejó al Hijo del Hombre, separándose de él en el momento de la
cruz. Es durante la agonía de la crucifixión que Jesús expresó su inquietud
porque se sintió solo y abandonado, pero era necesario que así fuese para que
el ser material pudiese morir y él mismo, procurase con gran esfuerzo y supremo
mérito, sellar su gran triunfo espiritual alcanzando la séptima dimensión de la
conciencia en un acto de amor de inigualable repercusión cósmica. La expresión
violenta de su muerte era porque la humanidad debe conmoverse frente a la
injusticia, aprendiendo a ser solidario y porque muchas veces se puede medir el
valor y la importancia de las cosas en función del rechazo y la contradicción
que producen.
Cuando pudo haber maldecido a sus captores o a quienes le abandonaron y
traicionaron, Jesús aprovechó e intercedió el perdón por todos ellos en un
trascendental y definitivo acto de amor. Este triunfo sobrehumano le dio tal
fortaleza espiritual, que posteriormente, vivió una resurrección física y
posterior elevación en las naves de la Confederación hacia el centro del grupo
local de galaxias. Allí fuera de nuestro tiempo, pero representándolo, conectó
con el real tiempo del universo.
Jesús predicó la doctrina del amor durante tres años, llevando su mensaje hasta
las últimas consecuencias, transformando su martirio en un triunfo espiritual
de insospechadas consecuencias para la humanidad. Así, el Maestro marcó el
camino y ahora es responsabilidad de todos, encontrar la vía para aplicarlo en
nuestras relaciones y en lo cotidiano de nuestras propias existencias.
Después de su triunfo, Jesús fue llevado por José de Arimatea, Juan, Nicodemo y
algunos sirvientes hacia el huerto de Getsemaní, que colindaba con una caverna
en donde José había hecho excavar un sepulcro para él y sus descendientes. El
domingo, tres días después de su muerte, y mientras los soldados romanos hacían
guardia a su tumba, sucedió el portento. Su cuerpo comenzó a levitar. De cada
una de sus células salió un haz de luz, como los fotones que acompañan el
nacimiento de una estrella y la vibración alcanzada, que superó la velocidad de
la luz, provocó el desplome de la piedra que servía de entrada al sepulcro. En
ese instante, en medio de un gran resplandor, Jesús se desmaterializó
proyectándose al hiper-espacio.
Los miembros del Sanedrín al enterarse de lo que vieron los soldados romanos en
la tumba, se apuraron a buscar a un impostor. Buscaron entre los miles de
peregrinos llegados a Jerusalén por la Pascua alguien que se pareciera lo más
posible a él, y después de convencer al escogido con base a una cuantiosa suma
de dinero, fue enviado en una caravana fuera de Judea, lo más lejos posible,
diciendo por el camino que él era Jesús, que lo habían querido matar, pero que
él se había escabullido. Este farsante se radicaría en Srinagar, Cachemira, un
lugar que era un enclave caravanero y sede de una comunidad judía. Allí vivió y
murió, cometiendo un pequeñísimo pero importante error como fue el de
casarse... Jesús había hecho votos de celibato. Y es que conociendo el proceso
llevado a cabo, hubiese sido una irresponsabilidad haberse hecho de este tipo
de vínculos.
El Maestro convivió con los apóstoles cuarenta días más, como una purificación
y cuarentena frente a lo que sería su misión hacia el mundo, distribuyendo
roles y responsabilidades. A Juan, el llamado discípulo amado, por ser el más
joven y en cierta manera el hijo espiritual de Jesús, lo dejó encargado de la
Gran Hermandad Blanca de la Tierra, mientras que él se preparaba para cumplir
su promesa de su regreso o gran retorno como El Cristo Cósmico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario