martes, 26 de marzo de 2013

NO-HACER Y PRESENCIA DE DIOS, POR EMILIO CARRILLO...

21 de marzo de 2013
Entrevista a Emilio Carrillo
“NO-HACER” Y PRESENCIA DE DIOS

[...] La Quietud conlleva ineludiblemente Movimiento y hasta el vacío —quietud y silencio absolutos— vibra (“vive”), tal como anunció Albert Einstein y han corroborado las investigaciones científicas más recientes. Y la pauta Quietud/Movimiento llena la Creación y el Cosmos (la ciencia contemporánea se acerca rudimentariamente a ello por medio del famoso “Big-Bang”): la Quietud es Movimiento; y el Movimiento, resplandor de la Quietud. Lo Inmanifestado y su Manifestación. Esta es la base del Tao y del Orden Natural de cuanto existe y Es [...]

Emilio Carrillo entrevistado por Deéelij con ocasión del equinoccio de primavera de 2013
  P: Muy buenas de nuevo, veamos qué sale de esta entrevista. Acabas de salir de la “crisálida”, en la que has permanecido desde antes del pasado solsticio de invierno y hasta el reciente equinoccio de primavera. ¿Cómo ha ido la “Metamorfosis”?

  R: Han sido en total un centenar de días espléndidos, que se han desenvuelto de la forma anunciada y esperada: en clave evolutiva interior, totalmente ajena a sucesos o fenómenos exteriores.

  En la dinámica de la Evolución y del fluir natural, un ciclo concluyó y otro, al que me gusta llamar “Primavera Consciencial”, acaba de empezar. La Madre Tierra vibra ya de Alegría en una frecuencia distinta, más sutil y armoniosa. Y con ella, bastantes seres humanos, que comenzamos a sentir y comprender que somos mucho más que el soporte material que denominamos cuerpo; y que los sentidos físicos, corpóreos-mentales, son sólo una pequeña parte de nuestras “ventanas” para acceder a la realidad -para contemplarla y aprehenderla- y tomar consciencia de lo que Es.

  Paulatinamente, serán cada vez más personas, cada cual según su propio proceso consciencial y evolutivo, las que vayan abriendo otras “ventanas” y capacidades y vías de percepción, impulsando y plasmando el salto evolutivo de la Humanidad desde la consciencia egóica, que hasta ahora ha prevalecido de modo claramente mayoritario, a una Consciencia de Unidad y Unicidad que está ligada tanto a la desidentificación con la parte física y el ego como a la profunda conexión con nuestra divinidad.

  P: ¿Tiene algo que ver esa “desidentificación” con lo que tanta gente comparte conmigo acerca de que, de un tiempo a acá, se encuentran como desubicadas y faltas de referencias?

  R: Tales sensaciones son consecuencia básicamente de tres cosas: el influjo en nosotros de la nueva frecuencia vibracional del planeta –gran ser vivo que nos “contiene” como nosotros a nuestras células- en el que vivimos; que empezamos a notar que nuestros sentidos corpóreo-mentales constituyen sólo una mínima porción de nuestras “ventanas” para ver y entender la realidad, comenzando a sentir y usar otras vías conscienciales; y la consiguiente desidentificación con nuestro componente físico-material y el ego, dando paso a una nueva Consciencia de Unicidad.

  Todo ello nos introduce, por poner un símil, en una especie de “cámara de descompresión” (como si transitáramos desde el fondo del mar a la superficie) en cuyo interior nos vamos adaptando poco a poco a la nueva vibración y al novedoso escenario consciencial.

  La desubicación, la falta de referencias y otras sensaciones análogas son las características de la estancia en esa “cámara de descompresión”. Por tanto, se trata de algo normal y, para afrontarlo, basta con tener paciencia y mantener la calma y la confianza en el proceso evolutivo en el que nos hallamos inmersos.

  P: Entre las cosas de las que públicamente hablaste en 2012 como santo y seña del nuevo ciclo, de esa “Primavera” que citabas, fue la inclinación interior al “no hacer”. Ahora, a finales de marzo de 2013, ¿qué puedes decirme al respecto?

  R: Efectivamente, somos muchos los que aquí y ahora estamos escuchando una voz interior que llama con fuerza a un dejar de “hacer” tareas y actividades que hasta ahora formaban parte consustancial de nuestra vida diaria.

  Nada extraño o extraordinario hay en ello, por más que al que lo experimenta, o a los que lo rodean, pueda parecérselo. El “no hacer” es una de las implicaciones más evidentes y notables de la influencia en el ser humano de la nueva vibración de la Madre Tierra y del nuevo ciclo que, en paralelo y al hilo de lo ya expuesto, se ha inaugurado para la Humanidad y ha anclado ya en numerosas personas.

  P: ¿Y qué supone exactamente?

  R: “No hacer” supone, ante todo, tomar consciencia plena de la “innecesariedad de hacer”.

  P: ¿Puedes explicarte mejor?

  R: Es muy importante tener esto en cuenta: bajo la creciente inclinación a “no hacer” resplandece y subyace la “innecesariedad de hacer”, que es previa al “no hacer” como tal.

  De hecho, para que el “no hacer” fluya y cristalice en la vida cotidiana en su completa y genuina dimensión, previamente hay que tomar consciencia de la “innecesariedad de hacer”.

  P: Vaya, entonces lo de “no hacer” no es tan sencillo como inicialmente suena…

  R: Lo cierto es que tan sencillo como grato y amable (en el sentido de la palabra asociado a “amar” y que significa “digno de ser amado”), ya que tomar consciencia de la “innecesariedad de hacer” conlleva percatarse íntima y definitivamente de que no hay necesidad, requerimiento, obligación, exigencia, compromiso o deber alguno de hacer nada. 

Y esto se halla ineludiblemente unido a la percepción de que Todo es Perfecto, que la Providencia actúa a cada instante, que la Vida es un Milagro continúo y que ya todo Es y nosotros mismos Somos todo aquello que nuestro Corazón puede anhelar.

  Los sentidos corpóreos-mentales no tienen capacidad para notar, ni siquiera intuir, algo tan colosal y hermoso, pero sí las otras “ventanas” y capacidades de percepción consciencial que los seres humanos estamos abriendo y desplegando en el momento presente de Evolución.

  Lo Real es que no hay necesidad de hacer nada: nada que pensar, construir, destruir, corregir, enmendar, perdonar, lograr, alcanzar, luchar, conquistar, trabajar, liberar, dominar, controlar, programar, iluminar, redimir, despertar, salvar, alzar, alabar,…; nada que sea preciso o conveniente hacer con relación a uno mismo o los demás. ¡Nada de nada!

  P: Esto no debe gustarle al ego…

  R: Ja, ja, ja, ¡Nada de nada!  Ja, ja, ja. El ego nunca admitirá lo Real, pues es un “objeto mental” y su entidad y esencia es virtual y especulativa. Y la sola mención de la “innecesariedad de hacer” le resulta insoportable. Tiene motivos para ello, ya que tal innecesariedad desvela su gran secreto, el que con más celo custodia y esconde, pues de él depende su propia supervivencia. ¿Cuál es? Expresado sin tapujos, que todo aquello que mentalmente creemos necesario hacer, que es de lo que el ego se alimenta, es mera ficción y pura vanidad egóica.

  Entre los antiguos textos sagrados de la Humanidad, quizás el Libro del Eclesiastés es el más contundente a la hora de enunciar esta “innecesariedad de hacer”, si bien pone el acento en la “inutilidad de hacer”, que se engloba en la “innecesariedad”, aunque ésta ostenta más envergadura y connotaciones. Sus primeros versículos son paradigmáticos al respecto. Y arrancan con el célebre “vanidad de vanidades, todo es vanidad”, que es una magnífica y sintética descripción de la vanidad del ego.

  Este es el secreto que el ego guarda con más afán y esmero: todo lo que pensamos que es necesario hacer es fantasía mental y manifestación de la naturaleza vanidosa del ego. Por lo mismo, discernir e interiorizar la “innecesariedad de hacer” pone en evidencia la absoluta innecesariedad del propio ego. Y éste, desprendido de sus artificiosos disfraces y ropajes –ojo, también los de corte aparentemente espiritual o consciencial-, queda desnudo y mostrando su cruda condición y naturaleza: vanidad, vanidad de vanidades.

  P: Darse cuenta de todo esto debe aportar una gran serenidad y tranquilidad.

  R: A partir de la toma de consciencia sobre la “innecesariedad de hacer”, la Quietud y la Paz colman nuestra intimidad y nuestra vida, nuestro interior y nuestro exterior. De ahí la trascendencia de la expresión “la paz sea contigo”, pues sitúa nuestra intención hacia esa persona para que disfrute de la armonía, el sosiego, la conciliación íntima, la calma y la concordia que descansan en la “innecesariedad de hacer” y la carencia de vanidad –que es también ausencia de miedos-. Y el “no hacer” se despliega entonces natural y sencillamente.

  P: Quizá sea conveniente, para que nos aclaremos mejor acerca de lo que estamos compartiendo, que nos expliques en qué consiste exactamente ese “no-hacer. Para empezar: ¿qué diferencias hay entre hacer y “no-hacer”?

  R: Lo que el ser humano denomina actualmente “hacer” se encuentra bajo el mando del ego –en toda su vanidad- y el control de la mente -que opera en clave cuantitativa y temporal-.

  Así, con relación al “hacer”, al ego y a la mente le preocupan básicamente tres cosas: primero, darse importancia, sentirse necesario (a ser posible, imprescindible) por o para algo; por otro lado, el “cuanto” hacemos o lo “grande” o “importante” que es aquello que hacemos o, teóricamente (al ego le encantan las suposiciones), podríamos hacer; y en tercer lugar, las repercusiones, efectos y consecuencias futuras, en el tiempo (el futuro es la droga al que ego profesa mayor adicción), de lo que hacemos o podríamos hacer.

  Es precisamente este “hacer” -marcado por la vanidad, lo cuantitativo y lo temporal- el que bastantes personas hemos abandonando ya interiormente y en el día a día. ¿Por qué? Pues debido a que hemos advertido su innecesariedad, inutilidad, esterilidad e, incluso, la enorme carga de vanidad que late en ese “hacer”. Y en ese mismo instante emana desde el interior, de forma cada vez más apremiante y contundente, el “no hacer”.

  P: ¿Qué es y representa…?

  R: “No hacer” es algo de tremendo calado, muy bello y fructífero. Y su hondo significado va más allá del sentido literal de esas dos palabras.

  Tomar consciencia de la “innecesariedad de hacer” libera natural e inmediatamente al ser humano del pesado y fatigoso lastre que arrastra cuando vive sumido en la vanidad egóica: el lastre del “tener que hacer”, que sojuzga nuestra auténtica entidad y naturaleza, que es divinal, infinita y eterna. Friedrich Nietzsche, en el capítulo De las tres transformaciones (“Tres transformaciones del espíritu os menciono: cómo el espíritu se convierte en camello; y el camello, en león; y el león, por fin, en niño”) con el que se inician los Discursos de Así habló Zaratustra, lo llama el “tú debes” y lo incardina en la fase de evolución del ser humano que, metafóricamente, asigna al camello: “el espíritu de carga que quiere que lo carguen bien”.

  La liberación de este “espíritu de carga”, del “tener que hacer”, desemboca en el “no hacer” y en la Emancipación Evolutiva, que representa el final del “castigo” bíblico expresado en el “te ganarás el pan con el sudor de tu frente” (Génesis, 3, 19). La consciencia sobre la innecesariedad de hacer -nada hay que ganar, nada hay que perder, nada hay que hacer- supone la Emancipación Interior, que está ligada a la Rendición y a vivir de instante en instante con la Bandera Blanca desplegada: completa Libertad –que es total ausencia de miedos y, por tanto, de vanidad-, Aceptación plena de todos y de todo, embelesamiento ante la Perfección de cuanto Es,… ¡Vivir viviendo!.

  P: Pero vivir significa inexorablemente “hacer”...

  R: Pues claro. La Quietud conlleva ineludiblemente Movimiento y hasta el vacío –quietud y silencio absolutos- vibra (“vive”), tal como anunció Albert Einstein y han corroborado las investigaciones científicas más recientes. Y la pauta Quietud/Movimiento llena la Creación y el Cosmos (la ciencia contemporánea se acerca rudimentariamente a ello por medio del famoso “Big-Bang”): la Quietud es Movimiento; y el Movimiento, resplandor de la Quietud. Lo Inmanifestado y su Manifestación. Esta es la base del Tao y del Orden Natural de cuanto existe y Es, que en realidad no puede ser nombrado, en contraste con las incontables cosas "nombrables" en las que se manifiesta.

  “Innecesariedad de hacer”, “no hacer”,… Vivir viviendo en Paz (Quietud). Y el “viviendo” conlleva “acción” (Movimiento). No puede ser de otra manera. Respiro, me alimento, bebo, me muevo, interactúo con el entorno y con los que me rodean,… Pero el “quid” de la cuestión no está en la acción exterior en sí (Movimiento), sino en desplegarla sin que pierda su conexión con la Paz interior (Quietud) derivada de la consciencia sobre la “innecesariedad de hacer”; el “quid” no radica en la acción, sino en por qué y cómo la acometo para que sea siempre resplandor de la Paz que dimana del “no tener que hacer” nada, del “no deber”, del “no hacer”, del fin de toda vanidad y ficción.

  Sólo a partir del preciso momento en el que se toma consciencia de la “innecesariedad de hacer”, las cosas que hago fluyendo en el “Vivir viviendo” se ven libres de cualquier sensación y noción de obligación, de meta u objetivo, de búsqueda o esperanza de resultados, de “tener que”, de “deber de”. 

Simplemente, se hacen porque son parte de la vida misma, del Vivir viviendo y del devenir ante las experiencias y situaciones que la vida y la Providencia nos van poniendo por delante de instante en instante. Experiencias que, desidentificado del ego y alejado de la vanidad, ya no juzgo como “buenas” o “malas”, ni califico como “positivas” o “negativas”, ni etiqueto mentalmente con base en los dualismos y las dicotomías con las que el ego divide el mundo y se enfrenta a la Vida.

            Por tanto, la acción (Movimiento) que se desenvuelve de momento en momento en conexión con la Paz interior (Quietud), asociada a la consciencia sobre la “innecesariedad de hacer”, se halla desprovista de anhelos egóicos, de voluntad personal e individual y de vanidad.

  Volviendo a Nietzsche y Zaratustra, acontece entonces una nueva transformación y el ser humano, que antes había dejado atrás el “tú debes” del camello, evoluciona ahora hasta el punto en el que en la acción prescinde, igualmente, del deseo y abandona el “yo quiero”, que el filósofo alemán asocia metafóricamente al “león”. Y fruto de esta transformación evolutiva, nace el “niño”.

  P: ¡El célebre “niño interior”…?

  R: Percatarse de la “innecesariedad de hacer” permite un “no hacer” que es propio del “Vivir viviendo” y que se despliega en una acción radicalmente nueva y distinta, pues ha escapado del dominio y el control del ego y la mente y se ha despedido -con Amor, por lo que aportaron al proceso evolutivo, pero para siempre- del camello (debes) y el león (quiero). El Zaratustra nietzscheano liga esta transformación al “niño” y la define como inocencia, un nuevo comienzo, una rueda que se mueve por sí misma, un juego: el juego de crear y un santo decir sí.

  ¡Un santo decir sí! Posteriormente en la entrevista podremos subrayar la interrelación entre el “no hacer” y la Santidad. Pero ahora hay que remarcar que el nuevo hacer o “no hacer” del “Vivir viviendo” mana directamente de la Inocencia que atesoramos en nuestro interior y en el Corazón. Y el Corazón fluye en el Amor y sólo le interesa el Amor que ponemos en lo que hacemos en el mismo instante que lo hacemos.

  Por esto, el “no-hacer” es uno de los signos vivenciales del ser humano que ha experimentado el “Nacer de Nuevo” (nacer = no-hacer), proclamado por Cristo Jesús en su diálogo con Nicodemo (Evangelio de Juan, 3, 1-15), y ya no surca la senda de la mente y los conceptos y esquemas mentales, sino la del Corazón, el Amor y la Confianza en la Providencia y la Vida.

   ¿Percibes la diferencia entre “hacer” y el “Hacer Nuevo” que implica el “no-hacer”?

  P: Sé a qué te refieres, y aunque hablaré de ello más adelante en el Blog, quizá sería interesante poner ejemplos más claros e incluso materiales, pero no es el momento a lo que quiero ir, sino que  acabas de hablar de Amor… ¿Podrías ahondar en ello? Ah, y una cosa, para mí ha quedado algo pastel lo de Cristo Jesús, que a mí, personalmente, esas referencias me dicen poco, no creo en la Biblia aunque tiene cosas interesantes a las que recurrir y tal como lo dices suena a prédica de sotana, pero sé tú mismo en tus maneras de explicar.

  R: La consciencia radical acerca de la “innecesariedad de hacer”, además de constituir los cimientos del “no hacer”, saca al ser humano de la ensoñación con la que vive el sueño que es la vida.

  Porque la vida es “sueño”, pues, en esta encarnación humana, discurre en una gigantesca Matriz Holográfica. Calderón de la Barca dio en la diana. Y mucho antes, Platón con su Caverna. En la física actual, la Teoría del Principio Holográfico lo pone espléndidamente de manifiesto. El ser humano, como todas las modalidades y formas de existencia que bullen e inundan la Creación y el Cosmos, es Vida y Consciencia. En este escenario, su peculiaridad radica en que la experiencia vital se despliega en un estado consciencial donde la vida es  “sueño”. De este modo, las personas pasan sus días como sonámbulos inmersos en una especie de pesadilla, que adquiere apariencia de veracidad y sustantividad al desenvolverse en una colosal Matriz Holográfica de Tercera Dimensión que configura lo que llaman “realidad”. En semejante estado, la gente vivencia como “verdad” lo que son sólo ficciones e ilusiones mentales. De hecho, en la Matriz Holográfica todo es verdad, pero nada es Real. Y entre tales falacias destacan la necesidad de “hacer”, la idea de “cambio” y la percepción de “sufrimiento”. Pero ni el “hacer”, ni el “cambio”, ni el “sufrimiento” existen fuera de la Matriz, fuera del sueño.

  Pero siendo la vida “sueño”, éste puede ser vivido “despierto”, es decir, siendo consciente de que experienciamos un sueño (como esas veces, por la noche, en la que, dentro del sueño, nos damos cuentas de que de un sueño se trata), o “dormido”, esto es, sin percibir que es un sueño y estimándolo “real”. La ensoñación se corresponde con el estado “dormido”. Y está provocada por la identificación con nuestra parte física, la percepción de la realidad sólo a través de los sentidos corpóreos-mentales y la vanidosa necesidad de hacer cosas.

  Percatarse de la “innecesariedad de hacer” saca al ser humano de la ensoñación y le permite experienciar el sueño “despierto”, con la paz y la libertad que ello supone, como la que sentimos cuando, dentro del sueño de la noche, nos damos cuenta de que de un sueño se trata: seguimos soñando, pero dentro del sueño nos desenvolvemos con una libertad y una tranquilidad inimaginables mientras no percibíamos que estamos soñando. Y el abandono de la ensoñación es “no-hacer” y es Vivir: Vivir Viviendo, no haciendo.

  Sólo cuando se sale de la ensoñación es posible experienciar la diferencia entre vivir (“no hacer”) y el hacer que practicábamos cuando estábamos “dormidos”. Y sólo cuando se Vive viviendo se puede experienciar el Amor que Somos y Todo Es. Con Amor no hay ensoñación. Sin Amor, no hay Vida.

  Con frecuencia, en la encarnación como seres humanos y bajo el influjo de la mente, calificamos como “pequeño” o de escasa “importancia” lo que hacemos o lo que pensamos que podríamos hacer. Pero estos esquemas mentales son falsos, porque la clave radica en el Amor y en el Aquí y Ahora.

  Desde la consciencia sobre la “innecesariedad de hacer”, aquello que, viviendo, hacemos, lo hacemos sin vanidad, sin esperar ni desear nada y con Amor puro e incondicional. Y con ese Amor, el acto aparentemente “pequeño” se transfigura instantáneamente en una acción infinita de Amor que atraviesa el Cosmos y vibra y se expande energéticamente por toda la Creación.

  Es por esto que antiguas corrientes espirituales se refieren a la “no-acción” como la forma suprema de acción. Y, desde luego, resulta desconcertante para la mente que sea precisamente en el “no hacer”, esto es, en el nuevo hacer asociado al Vivir viviendo y desprovisto de necesidad, deber y deseo, como el Amor se manifiesta hasta en lo más pequeño y se expande por toda la Creación.

  P: ¡Ufff…! Puede parecer “algo colosal”

  R: Es un magno y prodigioso escenario que se despliega ante el ser humano para que experiencie la Santidad y viva en ella.

  P: ¿La Santidad? Ya hiciste mención a ella y me sigue sonando a pastel acaramelado del Vaticano que está a punto de caer, según las profecías de San Malaquías. Pero a ver, ¿qué es eso de la Santidad?

  R: Para abordar la Santidad hay que referirse antes a la visión de Dios, a la percepción que tenemos de Él. Y, después, a lo que ser “santo” significa.

  En lo relativo a lo primero, cada vez más seres humanos sentimos e interiorizamos lo desvelado por los místicos y místicas de todos los tiempos y escuelas espirituales: Dios es yo, tú, todos y Todo; y yo soy Dios cuando ceso de ser yo y dejo de identificarme (“desidentificación”) con cualquier noción o idea de identidad, sea individual o colectiva, sea física, álmica o espiritual. Por tanto, Dios no es “algo” ajeno a nosotros mismos: Dios es cada uno, todos y Todo. Su Presencia en cada cual es completa y absoluta. Y se evidencia en todo lo que somos, sin excepción, por más que se ponga especialmente de manifiesto en nuestra vida física humana a través de los dones y talentos que cada cual posee.
  En cuanto a lo que representa ser “santo”, el Diccionario de la Academia de la Lengua indica que es santo aquel hombre o mujer o aquella cosa que están especialmente dedicados o consagrados a Dios.

  Pues bien, uniendo lo uno con lo otro, la Santidad –experienciarla y vivir en ella- es ejercitar y llevar a la práctica, en cada momento presente y con Amor, el don –o dones- que cada cual atesora. Así de sencillo.

  P: ¿Seguro?

  R: Conscientes de la innecesariedad de hacer y en un Vivir viviendo, desplegamos una acción de instante en instante sin obligación ni vanidad y con Amor. Y entre las cosas que hacemos, damos preferencia, de forma natural y espontánea, a las que se corresponden con nuestros dones y talentos, cual expresión más plena y bella de la Presencia de Dios, que es cada uno de nosotros y todos. En esto radica la Santidad.

  En definitiva, la Santidad es el ejercicio práctico de nuestros dones y talentos. Lo que no quita que atendamos, igualmente, en el día a día, otros quehaceres cotidianos que la Providencia y la vida, en su fluir, nos vaya poniendo por delante y que acometeremos como quien dobla sábanas, sin “engancharnos” a ellos, aunque la propia experiencia de Santidad nos conducirá también, inexorablemente, a llenar de Amor hasta el acto más aparentemente nimio o insulso de la vida cotidiana.

  P: Vale. Hablabas antes de dones y talentos “divinos” ¿Cómo descubrir en qué consisten y los que cada uno puede poseer?

  R: ¡Facilísimo! Basta con que te observes a ti mismo y a los demás.

  Fíjate que todas las personas, sin excepción, atesoran un “regalo” divino en forma de los dones y talentos que brillan en cada cual y son distintos en cada uno. Sus características y contenidos suelen ser muy diferentes según los casos. Y no tiene porque ser algo muy “grande” o “importante”, ni con impactos para el “futuro”. Normalmente, se trata de algo sencillo, nada extraordinario. Sin embargo, siempre es muy especial.

  Detecta los dones que hay en ti. Y aquellos que sean, ejércelos y ponlos en práctica con Amor y de instante en instante. Hazlo sin esperar ni desear nada. Y no como obligación, por “tener que”, por “deber”, sino porque son tu expresión natural y espontánea ante la Vida. Además, lo pasarás muy bien, ya que los dones y talentos coinciden con aquello con lo que se disfruta. Tanto que ni siquiera se concibe como “hacer”, sino como un hacer “no-haciendo” que fluye y se plasma de manera natural en el Vivir viviendo.

  “No-hacer” es ejercer, con la hermosura y el entusiasmo del Amor, los dones que la divinidad que Somos ha “regalado” en esta encarnación a cada cual. Y ejercerlos porque la vida, en su devenir, va poniendo por delante las circunstancias para ello. Por tanto, no por voluntad o iniciativa propia, que es la voluntad del ego, sobre la que Rumi afirmó: “quien no escapa de la voluntad, carece de Voluntad” (San Juan de la Cruz lanzó un mensaje similar, que venía a decir que quien no escapa del esfuerzo para nada se esfuerza).

  Sin iniciativa propia y sin voluntad y ante las experiencias, situaciones y circunstancias que la Providencia y la Vida me van poniendo por delante, despliego los dones que constituyen Aquí y Ahora la expresión más plena de la acción (Movimiento) asociada a la Paz (Quietud) de lo que realmente Soy: Yo Soy y Dios mismo. Por ello, “no-hacer” es la plasmación de la Santidad, pues es el “Amor de Dios en acción”. 

  P: ¿Ese “Amor en acción” tiene algo que ver con el “Dios en acción” al que se refirió Saint Germain (aunque Saint Germain no es santo de mi devoción) a propósito del Yo Soy?

  R: Es muy aconsejable que grabemos esto en nuestro interior y en nuestra mente: “Yo Soy” es “el Dios que es yo en acción”; y “no-hacer”, con los contenidos e implicaciones enunciados, “el Amor de Dios en acción”. Y en esta acción, la cuestión no es cuánto haces o piensas hacer, sino cuánto Amor pones en lo que efectivamente haces de instante en instante en el devenir de la Vida y de la mano de la Providencia.

  P: Suena bien… Pero intuyo que te has quedado corto en lo solicitado…  
R: El Amor en acción es la prueba más evidente de la Presencia de Dios en nosotros, en todos y en cada uno.

  Quizás cueste trabajo explicarlo, o entenderlo. Sin embargo, cuando descubres esa Presencia, una vez que la “ves”, ya sabrás siempre quien eres tú: Dios. Y tomarás, igualmente, consciencia de que Dios es también todos aquellos con quien te relacionas, de la manera que sea (“buena” o “mala”, “positiva” o “negativa”, “grata” o ingrata”…), en cada momento presente: a quien hablas o te habla, a quien abrazas y te abraza, a quien ayudas o te ayuda, a quien estás amando o te ama, a quien estás sirviendo o te sirve.

   Sabrás bien que Dios es todos y cada uno. Y el Hijo de Dios encarnado en ser humano: Cristo en persona. Sentirás y desplegarás esa Presencia crística (corrientes espirituales orientales la denominan “búdica”). Y comprenderás íntimamente que la “Parusía” o “Segunda Venida” de Cristo a la Tierra”, que para la mayoría de los cristianos es el acontecimiento esperado al final de la Historia, es igualmente la Presencia de Cristo en “mí” y Aquí y Ahora. No en balde, el vocablo “parusía” deriva del término griego “parousía”, forma sustantivada del verbo “páreimi”, que puede ser traducido como “estar presente”. Entonces, lo anunciado por Pablo de Tarso (Gálatas, 2,20) se transforma en una maravillosa realidad y se puede afirmar legítimamente: “ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí”.

   Y no hay que olvidar que hay muchos lugares en el planeta en los que el sufrimiento de la gente es físico, material. Pero en otros sitios, como los llamados “países desarrollados”, el sufrimiento ostenta a menudo más calado y se mantiene más oculto. Debemos tenerlo muy en cuenta en el ejercicio de los dones de cada uno.

  P: Sí, sé que duele más el dolor ajeno que el propio, y que las cosas se están poniendo muy apretadas y duras para esa parte del mundo (¡desarrollado?) que parecía estar muy desahogada, pero te noto y siento muy feliz al compartir todo esto…

  R: ¡Cómo no serlo!. El “no-hacer” haciendo, que es “Vivir viviendo”, muestra que la Felicidad es nuestro Estado Natural e invita a la sonrisa. Permanentemente y en todo momento, pues la Alegría es el misterio del Amor. Lleno de Amor, se está, igualmente, lleno de Alegría. Y fluye la sonrisa… En el rostro, en los ojos, en el abrazo, en las palabras, en la manera en la que interaccionas con los demás, en el modo en el que los miras o los tocas, en la forma en la que te das a ellos,… Todo se llena de Alegría y fluye la sonrisa, que reír es algo muy serio, ja, ja, ja.

  Es el Amor en acción: el Dios que es yo actuando Aquí y Ahora y plasmando, real y fehacientemente, el Cielo en la Tierra.

  Todos los que se relacionan contigo, de la manera que sea, da igual, sentirán ese “toque” divino, esa Presencia de Dios, esa Energía Crística o Búdica, ese Amor en acción. Y, por supuesto, lo sentirás tú mismo y estallarás en el Gozo continúo y en la Alegría constante que sólo proporciona el Amor de Dios.

  P: Ya te dije en alguna ocasión que cuando miro a alguien no estoy viendo que sea hombre o mujer, que se llame de una forma u otra o lo que sea que represente esa manifestación física, sino que veo un alma a su manera siendo. Pero mi pregunta es la siguiente: ¿es siempre así de fácil como anuncias?

  R: No lo es, desde luego, para la mente, pero hay que tener Confianza en la Providencia y en la Vida y, por ende, en tu propia divinidad. Se constata entonces que la “innecesariedad de hacer” y Vivir viviendo configuran un espléndido Camino ajeno al tiempo y al espacio; y a los conceptos y criterios mentales. Un Camino donde el destino se halla a cada paso, en cada momento presente. Es el Camino que lleva a esa continúa Presencia de Dios en tu vida y en el mundo que tu vida crea a su alrededor: el “juego de crear”, que es lo que Nietzsche asocia al “niño”. Y lo plasmas a través de tus acciones de Amor con la gente en cada instante.

  P: Otra vez la referencia a la Providencia, se me antoja que suena a algo lejano a lo que acudir, y estoy en desacuerdo con ese expresar que puede ser interpretado tal como aludo a alguna persona que lea esto. Pero vamos a otra cosa: ¿es una llamada a la esperanza en estos tiempos tan turbulentos? Y que conste que la palabrita esperanza no me gusta usarla, que suena a futuro, a postergación, que prefiero la fe en Un@ y la confianza en Sí.

  R: El día a día está aparentemente repleto de “malas” noticias, de hechos y acontecimientos “negativos”. Pero no te dejes engañar por las apariencias.

  Primero, porque todo se halla en proceso, en Evolución, fluyendo, refluyendo y confluyendo en la Perfección de cuanto Es. Hay que aprender a respetar y Aceptar el proceso de cada cual y de todo, pues todo tiene su por qué y su para qué el devenir evolutivo. (Nota de Deéelij: absolutamente de acuerdo en este punto)

  Y segundo y no menos notable, porque, aunque las “noticias” no se hagan eco de ello, son muchísimas las personas, la inmensa mayoría de modo absolutamente anónimo, que sencilla y naturalmente, sin darle importancia y sin darse notoriedad ni relevancia, despliegan el Amor en acción en el Aquí y Ahora de sus vidas cotidianas. (Nota de Deéelij: absolutamente de acuerdo en este punto)

   En el Amor en acción se encuentra la prueba de la Presencia de Dios, la Prueba de que Dios Es. No de que fue o de que será, sino de que ¡Es!. Aquí y Ahora. Y en ti, en mí, en todos y en Todo. ¡Qué nuestros ojos se abran y no sean ciegos ante los Milagros que acontecen continuamente en nuestra vida y a nuestro alrededor! (Nota de Deéelij: absolutamente de acuerdo en este punto)

  P: ¿Algo más? Pero sin prédicas de sotana, por favor.

  R: Sólo expresar de Corazón, para ti y todos los lectores, que la Presencia de Dios inunde vuestras Vidas en cada momento presente y para siempre; que permanentemente contempléis embelesados el Rostro de Dios en vosotros mismos y en cuanto os rodea; que gocéis continuamente de la Perfección de cuanto Es.

  P: ¿Eso es la “Metamorfosis”?

  R: Ni más, ni menos, ja, ja, ja… ¡Qué la Paz sea contigo!

  P: Que la Paz sea cada Un@, es mucho mejor, y no te doy lugar a réplica que esto ha llegado a cubrir 10 páginas en Word y a ver si se la leen los lectores, que hay mucho y con densidad.

   Emilio Carrillo y Deéelij.

No hay comentarios:

Publicar un comentario