Despertar de la Conciencia.
La emoción es la fuente principal de la
conciencia. No puede transformarse la oscuridad en luz o la apatía en
movimiento sin emoción.
Carl Gustav Jung
Carl Gustav Jung
La bendición de irse dando cuenta.
La
luz sirve para alcanzar a ver dónde estaba oscuro. Esa es mi más concreta e
incipiente explicación de lo que es la iluminación para una vida práctica. Y
una de las más grandes dichas de la luz es que, sirviéndonos para iluminar
aquel lugar que estaba oscuro, así descubres que en realidad, ahí no había
nada. “Darse cuenta” es lo que desvanece toda atemperante reacción y al mismo
tiempo hace surgir una amorosa comprensión que permite que Todo sea. Esa es la
bendición de un despertar a una Nueva Conciencia. Sin embargo, sé que me
podrías preguntar: ¿Darme cuenta… de qué? Y mi respuesta es lo que en esta nota
te voy a comentar, darte cuenta de tu iluminación.
Aunque pueden existir una miríada de estados de conciencia, es decir, niveles
desde los cuales te puedes dar cuenta, hoy, en forma extremadamente sucinta, te
nombraré cuatro a mi entender, desde uno de los más primitivos estados de
conciencia hasta otro mucho más evolucionado:
-
Nivel 1: Te sucede algo.
-
Nivel 2: Te das cuenta de que te sucede algo.
-
Nivel 3: Te das cuenta que te das cuenta de que te sucede algo.
-
Nivel 4: Observas que te das cuenta que te das cuenta de que te sucede algo.
Explicaré
brevemente cada uno. En el primer nivel, eres conciente de lo que te sucede,
pero tu conciencia de esos eventos consiste sólo y exclusivamente en reaccionar
ante ellos. Por eso, por ejemplo, cuando alguien no te trata como tú crees
merecer, te molestas o te decepcionas, y la incipiente forma de darte cuenta de
que no se te trató como tú querías, es experimentando tu molestia o decepción.
Es decir, tu reacción es la única forma en como sabes que algo te sucede; estás
en la forma; aquí no piensas, solo reaccionas, y según tú, en total justicia y
equidad ante los hechos. En este nivel, el comportamiento humano obedece una
ley newtoniana muy antigua: a toda acción corresponde una reacción de igual
magnitud pero en sentido contrario. Este primer nivel de conciencia es muy
sustentado en el ego de cada uno de nosotros, aquella parte nuestra que siente
merecer y cree debe ser tratado de determinada manera en virtud de lo que damos
o somos. En este nivel eres una víctima de las circunstancias, una clásica
trampa del ego que te abre las puertas al infierno aquí en la Tierra.
Asciendes al siguiente nivel de conciencia cuando deliberadamente deseas
sentirte bien y para ello quieres saber más de la evolución del ser humano y
dedicas tiempo y espacio a estudiar y leer al respecto para transformarte. En
el segundo nivel existe un cambio muy sutil, a veces imperceptible, con
respecto al nivel previo. Aquí también reaccionas, pero te das cuenta de que
estas reaccionando. Aquí ya piensas, ya piensas que se está tratando de una
reacción. Te preguntas porqué sientes tal o cual sentimiento, en lugar
de sólo sentirlo. Aquí empiezas a ver que tu molestia o decepción (para seguir
con el ejemplo inicial), es algo que surge de ti y no tan solo en respuesta a.
En este segundo nivel todavía te molestas o te decepcionas, pero ya empiezas a
preguntarte, es decir, a pensar en que tú no tienes por qué ser una víctima,
aunque lo sigas siendo.
Asciendes al siguiente nivel de conciencia cuando deliberadamente deseas
sentirte bien y para ello quieres saber más de la evolución del ser humano y
dedicas tiempo y espacio a estudiar y leer al respecto para transformarte. En
el tercer nivel te percatas de que se está repitiendo un patrón. Para seguir
con el ejemplo, percibes que alguien te trata mal, desmerecidamente, piensas
que deberías reaccionar como lógica consecuencia, pero ahora, al observar lo
que siempre te pasa, ahora prefieres no hacer nada. Aquí dejas de reaccionar
con manifestaciones externas o formas. Aquí hay solo un desencanto interior
ante el trato que recibiste. Pero no pasa de eso. Aquí dura menos el malestar
que ahora se volvió sólo interior.
Ya empezaste a ir más allá de la forma exterior. Notas
que ya no tienes fuerza para explotar, porque ya no te interesa y sabes que te
desgasta. En este tercer nivel, ya sabes de ese tremendo desgaste por gran
experiencia. Por eso aquí te das cuenta que te das cuenta que te sucede algo. Y
ese darse cuenta ya conlleva una información muy valiosa para ti basada en la
experiencia, de tal manera, que empiezas a optar por no conferir tu energía
vital a tan desgastantes consecuencias de la forma, mismas a las que te puedes
adelantar y así las evitas. En este estado de conciencia empiezas a darte
cuenta de que todo parece tratarse de una lección que debes aprender. Como aquí
te das cuenta que te das cuenta que te sucede algo, alcanzas a ver que ya se
está repitiendo mucho el mismo patrón, atraes al mismo tipo de personas, te
suceden las mismas “desgracias” una y otra vez, se te aparecen los mismos
estilos de carácter aunque sea en diferentes cuerpos.
Entonces
empiezas a suponer que quizá se trate de ti y tu causa atractora (nivel
vibracional). Te empiezas a dar cuenta de que el único común denominador de
todo lo que te pasa eres tú (con tu ego) y tu necesidad de juzgar lo que está
bien y lo que está mal para como se te trata, y para con todo. Incluso te
empiezas a cuestionar si algo está mal en ti. Te llegas a responder que quizá
sí.
Asciendes al siguiente nivel de conciencia cuando deliberadamente deseas
sentirte bien y para ello quieres saber más de la evolución del ser humano y
dedicas tiempo y espacio a estudiar y leer al respecto para transformarte. En
el cuarto nivel de conciencia, observas. Y alcanzas, como una bendición, a
darte cuenta de que quien eres realmente es precisamente ese, el que observa.
Sucede como un mágico desprendimiento de la forma (ego). Ya no eres al que le
sucede algo, ya no eres el que se da cuenta de que le sucede algo, ya no eres
el que se da cuenta que se da cuenta de que le sucede algo, sino que descubres
que eres el que observa todo aquello. Y cuando te llegas a identificar
plenamente con el observador, a su vez, en otro divino avance en tu estado de
conciencia sucede que te das cuenta de que “el observador” siempre esta bien.
¡Siempre! Pase lo que pase. Porque no le pasa a él. De hecho al observador no
le pasa nada, solo observa lo que sucede en los demás estados de conciencia.
Por ello resulta en una bendición identificarte con el observador, resulta
divino, porque el observador no es otra cosa que tu espíritu.
Llegas a una dimensión donde descubres que, como mero
observador, con la única y exclusiva actividad de observar, ya no hay cabida
para ningún juicio origen de todo malestar, ya no juzgas, ya no te debates
entre si algo está bien o mal. Solo observas pacíficamente el desenvolvimiento
de las cosas y te regocijas al entender que todo obedece a frecuencias
vibratorias que coexisten naturalmente como un todo.
Aquí no solo te das cuenta, como en el nivel anterior,
que con cada conflicto se te presentaba una lección que aprender…, sino que
¡aquí la logras aprender! Y con ello desaparece la insistente aparición de
cíclicas circunstancias que sentías que te dañaban. Aquí alcanzas a observar
que lo que te pasaba no estaba ahí para castigarte, sino para darte otra
oportunidad de aprender la lección, una y otra vez. Al observar, te dices:
¡Esta bien, he aprendido la lección! ¡Todo se trataba de mi ego y hoy sé,
gracias a que observo mi verdadero ser, que no soy un ego! Entonces, en el
acto, desaparecen todas las necesidades del ego. En el acto, te
transportas del infierno al paraíso, aquel divino lugar donde lo normal es
estar bien. Llegas a un lugar donde no hay cabida para ningún conflicto ni en
la forma ni en en el fondo, cuando mucho, observas el conflicto pero muy, muy
de lejos.
Ya no tienes ningún interés, ni el más mínimo, por
discutir, por ganar, o por demostrar nada. De hecho, ya no hay ningún interés.
Te encuentras en paz observando, pero observando desprendido de todo
sentimiento negativo, desprendimiento que se sucede al entender y libremente
enfocarte a lo que sigue. Con cada avance en tu estado de conciencia
logras transformarte.
Si has notado, en cada nivel te nombro la palabra “transformarte”, y no es
casualidad. Mira que hermoso, permíteme arrojarte luz en esta palabra para que
la observes bien (¡me emociona explicarte esto!): si divido la palabra
“transformarte” en tres, obtengo “trans-form-arte”, donde trans
es el prefijo puesto a las palabras con el significado de la parte opuesta,
significando “atravesar, ir más allá de”; form se refiere a la “forma”,
es decir, la apariencia externa de una cosa (ego) en contraposición a la
esencia de que está compuesta (espíritu); y arte la define el
diccionario como conjunto de procedimientos para producir ciertos resultados,
habilidad, destreza. De esta manera, con
una Nueva Conciencia has de entender que “Transformarte” es la habilidad
como conjunto de procedimientos para atravesar e ir más allá de la de la
apariencia externa de las cosas, es decir, la destreza para ir más allá de la
forma (ego) y conocer tu esencia, tu espíritu.
Transformarte es hacer con gran destreza lo necesario
para darte cuenta de que no eres un ego; transformarte descubre tu identidad
verdadera que está mucho más allá de eso, alcanzando tu espíritu. Y así,
llegando allá, a esa identidad esencial, dejas de sufrir. Ahí, en nuestra
esencia espiritual, lo normal es estar bien. ¡Eso es trans-form-arte!
Quizá a partir de ahora veas con más respeto y admiración a esa palabra por lo
que encierra. Como ves, todo te cambia cuando te das cuenta. Todo lo percibes
distinto cuando hay iluminación.
En el cuarto nivel de conciencia del que hoy te estoy hablando, alcanzas a
observar que todo conflicto de los previos estados de conciencia, desea ser
resuelto inherentemente. De hecho, este deseo de ser resuelto es el motivo de
su reiterada aparición. Observas, como una bendición, que la aparición de
un conflicto resulta ser una invitación a darte cuenta y si lo logras, así
avanzar al siguiente estado de conciencia. Por eso, el conflicto, a menos de
que tú no decidas resolverlo, se seguirá apareciendo una y otra vez, hasta que
aceptes la invitación a evolucionar dejándolo atrás.
Todos estamos,
todo el tiempo, invitados a evolucionar, a ir hacia la luz. Por eso, has de
resolver el conflicto para avanzar. ¿Cómo resolverlo? Fácil: observando.
Observando claramente (gracias a la iluminación) que la esencia de tus
conflictos son trampas del ego, y cuando observas al ego actuando sobre ti, lo
desempoderas, le quitas el poder, lo descubres, lo desnudas, y francamente así,
te das cuenta de que el conflicto era tan solo la escenografía y la tramoya que
te distraían del autor de la obra: el ego; y al observarlo, tienes claramente
la opción de deshacerte de él y sus necesidades puestas en escena. Incluso, con
el tiempo, mientras más estés en este cuarto nivel de conciencia, te
sorprenderás hasta con risa de ti mismo, por cómo te alcanzaste a creer la
“desdichada puesta en escena” de los estados de conciencia previos.
No podrás dar crédito de cómo creíste en (y con ello
creaste) una obra para niños, niñititos tontos, donde siempre elegiste
participar con el papel de víctima. La alegría y misericordia con la que te
observarás no tienen igual. Sentirás un gran amor por ti y hasta por los que
montaron la obra, incluso por su autor y coautores, tu ego y el ego de los
demás. Aquí experimentas una enorme bendición en forma de gran dicha cuando
descubres que todo se trató de una lección y que al fin, la has aprendido. Todo
sufrimiento se desvanece en el acto. La oscuridad desaparece en el instante en
que la luz hace su aparición.
Por último, he de confesarte algo de gran envergadura y solo para aquellos que
estén dispuestos a vivir, una y otra vez, una Nueva Conciencia, es decir, a
evolucionar espiritualmente en forma continua, transformarte. Pon atención en
esto, que bien podría tratarse de un quinto nivel, el más sorprendente quizá
hasta donde he alcanzado a conocer intuitivamente:
Nivel 5: Observas el Todo como Unidad.
Para
tu sorpresa, en este nivel ya no hay distinción entre luz y oscuridad. Se funde
la famosa dualidad en Una sola existencia. Alcanzas a ver que se trata de una
sola sustancia, un solo poder, una sola fuerza, con sus dos lados. Alcanzas a
ver que en presencia de uno, el otro está necesariamente implícito. Te das
cuenta que puedes elegir en todo momento de qué lado estar, pero sin rechazar
ni “pelearte” con el otro. Sino amorosamente aceptando la coexistencia, porque
en verdad se trata de lo mismo. En este nivel de conciencia te empiezan a hacer
sentido frases como esta: “El miedo y el odio son amor, pero en sentido
contrario”. Resuenan con gran intensidad frases que hace mucho que habías
escuchado pero que hasta hoy recobran un tremenda verdad en tu interior: “En el
mundo no hay maldad, sino abundante ignorancia”. Comprendes que muchas personas
se han equivocado “de sentido” pero que todos estamos recorriendo la misma
única carretera. Comprendes que hasta el “más equivocado”, el que va para el
sentido contrario, y para colmo rápido y con fuerza, llegará a un punto
(¡llegará!) en el que no tenga de otra mas que darse cuenta de que el sentido
correcto era para el lado contrario y emprenda el regreso. Comprenderás que no
hay prisa. Estarás preparado para comprender delicadas verdades de unidad total
como esta:
“Tan pronto como tú decidas qué ser y hacer, todo lo contrario a ello se te
hará presente en tu espacio para que te puedas descubrir. La verdad acerca de
los opuestos es que en realidad no existen, excepto en el espacio de lo otro.
Debido a que algo no es nada salvo en el espacio donde no es, sucede que cuando
te conviertes en un ser que trae luz y cada vez más, no solo habrá una franca
oposición, sino que la oposición misma se incrementará…, y deberás
regocijarte. Observarás la oposición como signo seguro y cierto de que te
encuentras en tu viaje de transformación, en el sendero al paraíso, en el
elevado camino hacia la luz. Te alcanzas a regocijar al observar que a mayor
oposición, más confirmación del elevado alcance de luz al que estás llegando. Y
tú solo observarás pacíficamente el proceso como un Todo, donde incluso
empiezas a amar a la oposición. Tu sorpresa: con ese amor se desvanece la
ilusión de la dualidad, y todo está bien”.
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