"VUELVE
LA ATLÁNTIDA". Parte 1. "Las Revelaciones de Sirio".
Patricia Cori. 2001. Con Audio. ¡Compartir!!!
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Queridos
Hermanos, también he recibido el consejo de actualizar la serie de
mensajes "VUELVE LA ATLÁNTIDA", "Las Revelaciones de
SIRIO" que inicié a publicar el 29 de Julio del 2010...
En
ese tiempo aún no recordaba que conocía a Sohin y tampoco sabía
que yo era de Sirio, lo cual me ha sido confirmado...
Nos
están aconsejando que en este gran momento de cambios sobre Gaia e
internos nuestros, re-leamos esa serie de Escritos en los cuales El
Alto Consejo de Sirio nos está contando toda la verdad de lo que
hemos estado viviendo, debido a la élite del poder que ha dominado a
la humanidad, para que nos vayamos preparando para los cambios que
vamos a tener con la ascensión a la 5aD.
Para
los que no lo han leído, voy a ir publicando diariamente un capítulo
hasta terminar con los 9 publicados.
VUELVE
LA ATLÁNTIDA - Parte 1...
Las
Revelaciones de Sirio...
Me
encuentro en una cueva, siendo la observadora de la escena. Allí hay
un altar. Su base es una gran espiral como de cobre, que se eleva
unos cuatro metros sobre el suelo. Encima de ella hay una esfera
cristalina perfecta, y dentro de este gran globo de cristal está
ensamblado un filamento de oro, curvado en forma de «S», como una
serpiente preparada para atacar.
En
un momento dado entiendo que, enviando pensamientos en dirección
ascendente por la espiral de cobre, puedo encender el cristal: toda
la cueva se ilumina cada vez que envío un pensamiento por la
espiral. Aquí empiezo a canalizar alguna información muy
significativa sobre realidades dimensionales, universos paralelos y
el verdadero significado de la alquimia.
Me
entretengo enviando estos pensamientos por la espiral y viendo que la
esfera de cristal se enciende como una farola. En un instante, la
cueva se ilumina completamente y veo las paredes forradas de
cristales y espirales de cobre, conectadas con esmeraldas sin tallar.
Toda la estructura es un complejo diseño de cristales de cuarzo y
amatista, de espirales de cobre, esmeraldas y filamentos de oro que
interconectan los cristales.
Desde
el punto donde me encuentro, grito , y seguidamente me despierto; un
sudor frío cubre mi cuerpo...me abruma la sensación de que, más
que un sueño recurrente, este es un sueño verdadero de la Atlántida
que está emergiendo de las profundidades de mi alma. Este recuerdo
de la Atlántida inspiro a Roberta Bongiovanni, la ilustración
utilizada en la portada de este libro. Para Alick Barthobmew, mi
agente, editor y amigo, por su coraje para superar las limitaciones,
por su visión del mas haya y por dedicarse a traer al mundo la luz
del conocimiento.
INTRODUCCIÓN
Mi
primera conexión «consciente» con los emisarios del Alto Consejo
de Sirio comenzó en 1996, sólo unas semanas después de que se
produjeran una serie de extraños sucesos sincrónicos que me
pusieron en contacto con el fenómeno de los dibujos que aparecen en
los campos de cereales en diversos puntos de Inglaterra.
Ese
verano había ido a Inglaterra para realizar un curso avanzado de
cromoterapia en el Instituto Hygeia, un centro muy reconocido por sus
cursos sobre esta disciplina. Se trataba de un programa de formación
intensivo para terapeutas, cuyo horario abarcaba desde primera hora
de la mañana hasta el momento de la cena, después de la cual
generalmente nos quedábamos estudiando y preparando los exámenes
hasta bien entrada la noche, por lo que dormir y descansar bien era
muy importante.
Por
fortuna, la idílica ubicación de la escuela, sus jardines y el aire
del campo nos proporcionaban la paz y serenidad que tanto
necesitábamos. A pesar de las desventajas de alojarse en dormitorios
colectivos abarrotados, yo siempre dormí como una niña, disfrutando
de cada minuto de descanso. Transcurrida una semana de curso, tuve un
sueño muy vivido, que me despertó a las cuatro de la madrugada, en
el que me veía volando sobre Stonehenge, muy por encima de los
frondosos campos verdes que rodean el monumento.
Observando
el enclave desde esta perspectiva aérea, me sorprendió ver impresa
en un campo cercano una compleja espiral de círculos graduales,
cuyas dimensiones aumentaban a medida que se desplegaban desde el
epicentro, y seguidamente, en el ápice, los círculos descendían en
la misma proporción hasta el último de la cola.
Sabía
que este dibujo era una representación perfecta de la proporción
áurea de Pitágoras (geometría sagrada de la biología terrestre),
puesto que la acabábamos de estudiar en la lección del día, y que
de algún modo el sueño me estaba diciendo que la geometría sagrada
era un aspecto muy importante del mensaje.
Mirando
hacia abajo a la imagen colosal, me sorprendió comprobar que sta
formación era casi diez veces mayor que Stonehenge, y me pregunté
qué podría ser. Una voz familiar replicó que era «un punto de
encaje para la inteligencia extra-terrestre», y que tenía que
prestar absoluta atención..., que este símbolo iba a tener mucha
importancia para mí, y que no pasaría mucho tiempo antes de que
llegara a entender la profundidad del mensaje.
Me
desperté sabiendo que había recibido una especie de comunicación
cósmica urgente, pero sin ningún indicio respecto a su significado.
Muy animada, les conté el sueño a otros alumnos durante el
desayuno, y todos parecíamos resonar a algún nivel con la
información transmitida. Después de todo, las conexiones con
extraterrestres en sueños hacen que se dispare la imaginación, y
todos sentíamos que había algo en el aire mientras nos preparábamos
para salir de excursión en autobús hacia Glastonbury.
Era
como si todos supiéramos que este mensaje velaba algo que
descubriríamos allí, y que el verdadero propósito de nuestra
visita era obtener la información que me ayudaría a descifrar la
iconografía de la espiral, traduciéndola a un lenguaje que todos
pudiéramos entender.
Como
Glastonbury tiene una amplia oferta para los amantes de la
metafísica, la ciudad era un «paraíso natural de compras» para
nuestro grupo, de modo que, en cuanto llegamos, renunciamos a nuestra
intención original de explorar los lugares sagrados de Avalón y nos
dirigimos a la librería Growing Needs, a la abadía de Glastonbury.
Al
entrar en la tienda, mis ojos se posaron instantáneamente sobre una
imagen exacta tamaño póster de la forma espiral que había visto en
el sueño, aparentemente fotografiada desde un avión que sobrevolaba
Stonehenge, de modo que se veía el tamaño relativo del monumento
con relación a la escultura. Perpleja, le pregunté a la cajera qué
representaba la gran imagen espiral.
Ella
me dijo que era «la última formación aparecida en un campo» y que
se había formado junto a Stonehenge, justo al otro lado de la
carretera. Incrédula, miré fijamente la sorprendente imagen: una
réplica perfecta de la aparecida en mi sueño. Entonces supe
perfectamente que había sido «llamada» a los círculos de los
sembrados, un fenómeno del que apenas había oído hablar antes de
aquella increíble cita con el destino... el verano de 1996.
¿Estaba
prestando atención? Puedes estar seguro de que en ese momento no me
importaba nada más. Descubrí fotografías aéreas de los símbolos
aparecidos en los campos de aquel verano en todas las librerías y
tablones de anuncios de Glastonbury, y era indudable que mis guías
me habían preparado el camino para que experimentara el fenómeno de
primera mano.
De
una cosa podía estar segura: la espiral de círculos que parecía
que habían soplado en el campo de trigo de Stonehenge tenía algo
muy importante para mí, y sí, sin duda estaba «interesada».En ese
momento me di cuenta de que la verdadera razón por la que había ido
a Inglaterra aquel verano era para aprender algo sobre los círculos
de los sembrados y para experimentar con ellos, y que el curso de
cromoterapia sólo era un medio para este fin.
Cuando
el universo te pone las cosas delante, simplemente lo sabes: el gran
plan se despliega ante tus ojos. En esos momentos entiendes
verdaderamente la sincronicidad y sabes que estás fluyendo con la
totalidad, puesto que sientes la emoción de cabalgar la ola y
confías en que te está llevando donde tienes que estar.
Sentí
que todo a mí alrededor me validaba, por lo que no me sorprendió
enterarme de que aquella misma noche se acababa la conferencia anual
de los círculos de los sembrados, y que el principal experto en este
fenómeno, Colin Andrews, daría una conferencia específicamente
sobre el círculo de Stonehenge.
Después
de compartir los detalles del sueño con el personal de la librería,
me aseguraron que, aunque todas las entradas para la conferencia se
habían agotado meses antes, la historia de mi vuelo astral sobre
Julia Set me garantizaba un asiento..., y así fue. Aquel verano todo
el mundo en Glastonbury estaba tan sintonizado con la energía de los
círculos que era como si todos estuviéramos predestinados a estar
allí.
El
sentimiento era tan emocionante y sublime...; era como ver una enorme
ola chocar violentamente con la costa, y después seguir su camino de
vuelta...-en la calma del incesante ritmo marino. Supe que tenía que
estar allí, de modo que, aun a riesgo de quedarme sin transporte
aquella noche, me aseguré de poder asistir a la conferencia, y
después informé a los demás de mi decisión.
Por
suerte, al conductor de mi transporte no le importaba pasar la tarde
en Glastonbury, de modo que acordamos que los demás coches
regresarían a la hora programada y el nuestro volvería cuando
acabara la conferencia. Como siempre, el universo proveyó el modo,
las personas y el lugar para que se hicieran las conexiones
adecuadas. Las cosas funcionan así cuando seguimos la corriente.
Lo
que aprendí en la conferencia era tan vasto e interesante que me
sentí obligada a quedarme en Glastonbury, abandonando la escuela y
el curso de cromoterapia. Colin Andrews, investigador pionero de los
círculos de los sembrados, iba a llevar a un grupo de la conferencia
a Stonehenge a la mañana siguiente y yo quise ir, atrapada en la
emoción del momento.
Sabía
que era muy importante que entrara en la formación circular para
sentir algo allí; sin embargo, mi compromiso con el trabajo que
estaba realizando en el instituto y la inversión realizada me
hicieron aterrizar. A regañadientes, me uní a los demás alumnos y
volví al instituto, aunque mi cabeza seguía llena de pensamientos
galácticos, maravillada ante las nuevas energías que se estaban
manifestando en mi mundo.
Como
era de esperar tras un descubrimiento tan notable, a la mañana
siguiente, la charla sobre los círculos de los sembrados presidió
la mesa del desayuno. Repasamos animadamente las fotografías de los
círculos compradas en la librería, y viéndolos estuvimos de
acuerdo en que eran absolutamente idénticas a mis descripciones y a
los bocetos que había realizado días antes a partir del «material
de mis sueños».
Compartí
los detalles sobre el fenómeno que había anotado en la conferencia
y los otros se quedaron paralizados, sabiendo que estábamos
abriéndonos a algo maravilloso, y que mi experiencia estaba
destinada a ser compartida por todos.
Uno
de los profesores se sintió atraído por la emoción generada cuando
comparamos las fotos de los círculos de los sembrados con mis
bocetos de la visión que había tenido en sueños. En mi opinión,
nunca entendería con claridad su significado a menos que entrara
físicamente en el círculo..., aunque eso parecía poco probable
teniendo en cuenta lo apretado de nuestro programa de estudios y lo
lejos que estábamos de Stonehenge.
Convencido
de que aquello era importante, se ofreció voluntario para llevarme
en coche hasta allí, facilitando una experiencia que ambos sabíamos
que tenía que ocurrir. Debía esperar otra semana más hasta que
terminara el curso...: una gran exigencia teniendo en cuenta lo que
anticipaba que me estaba esperando en la llanura de Salisbury.
Después
de sufrir con impaciencia aquellos siete largos días de clases,
conferencias y exámenes finales, el curso terminó con una cena de
despedida y adioses emocionados. Al día siguiente, a primera hora de
la mañana, el profesor y yo nos pusimos en camino. Ambos
reconocíamos que estaba a punto de ocurrir algo extraordinario. Como
había dicho la voz del sueño, el símbolo contenía un «profundo»
significado para mí, aunque aún no imaginaba la medida de su
profundidad.
Después
de tres largas horas de viaje en medio del abundante tráfico de
turistas con mapas y visitantes de fin de semana, finalmente llegamos
al círculo neolítico de Stonehenge pero, a pesar de su imponente
presencia, no tuve el menor deseo de detenerme a explorar el
monumento. En ese momento sólo me interesaba el campo anexo, pues
estaba ansiosa por divisar el círculo en la cosecha.
Aunque
no era visible desde la carretera, Colin Andrews nos había dado
puntos de referencia para localizar la entrada al círculo, y pronto
identificamos la Camioneta del granjero y el camino de tierra que
conducía al enclave.
¡Estábamos
allí!...
Lo
primero que me sorprendió de este fenómeno es que muy poca gente
era consciente de él. ¡Pensaba que sería uno de los
acontecimientos más importantes del país! Conté no más de diez
visitantes moviéndose por el campo, pasando calladamente de un
círculo a otro, teniendo mucho cuidado de no alterar el dibujo
impreso en la cosecha.
Me
anonadó pensar que a pocos pasos de uno de los grandes monumentos de
los antiguos observadores de estrellas, con sus enjambres de
turistas, estaba esculpido en el trigo este diseño inexplicable,
asombroso...; sin embargo, parecía que casi nadie sabía de su
existencia, ni le importaba. Era como si un universo paralelo se
hubiera materializado .mi e mis ojos, y yo podía ser testigo de
ambos simultáneamente.
Este
era uno de los símbolos más significativos jamás aparecidos en los
campos, y su forma era tan compleja y de una belleza tan intrincada
que anunciaba un nuevo nivel de complejidad en un fenómeno que había
comenzado, según parecía, diez años antes (con un simple círculo).
Decir que me dejó sin respiración sería quedarse muy corta.
En
aquel momento místico necesitaba soledad... y silencio. Por suerte,
el profesor lo comprendió, de modo que fui capaz de entrar en el
espacio sagrado sin interferencias ni distracciones, libre de sentir
y experimentar las poderosas vibraciones que parecían empujarme
hacia su centro.
La
conexión era tan increíblemente poderosa, tan inmediata, que en los
bordes externos del campo ya empecé a entrar en un estado de
conciencia alterada, y abandoné todas las expectativas, los
condicionamientos y el sentido de identidad.
Fui
guiada hasta el ápice del mayor de los 151 círculos, y allí me
tumbé, nadando en las nuevas vibraciones y sabiendo que aquella
experiencia me cambiaría la vida. Instantáneamente empecé a dar
vueltas fuera de mi cuerpo y del tiempo, cediendo a la fuerza
abrumadora de unos sonidos silbantes, de tonos cada vez más agudos,
que me llevaron a un lugar lejano, mucho más allá de los campos de
la planicie de Salisbury.
No
tengo un recuerdo consciente de aquel estado de trance, aparte de la
evocación vivida de haber viajado por esos sonidos como sonido
mismo, sintiéndome absolutamente una con las ondas, sin conciencia
de estar separada en ningún sentido de las demás vibraciones del
universo. Puedo afirmar inequívocamente que fue el momento más
significativo de mi vida y que nunca lo olvidaré.
Lo
que para mí no fue más que un segundo, duró más de una hora,
según me comentó Arthur posteriormente, y sin embargo mi memoria
consciente no conserva ningún recuerdo del tiempo en que estuve
tumbada en el círculo. Fui transportada más allá de cualquier
punto de referencia, de cualquier experiencia de salida del cuerpo o
estado alterado de conciencia, más allá del tiempo.
No
tenía recuerdos conscientes de esta experiencia ni detalles de dónde
había estado...; fue un alejamiento total y absoluto del reino
terrenal, y sólo me quedó la sensación de haber sido «estirada»
más allá de los límites: un sentimiento indefinible.
El
viaje de vuelta de Salisbury a Londres me pareció envuelto en una
especie de niebla. Nada parecía real o significativo, y lo único
que quería era tumbarme en alguna parte y poner mi cabeza en orden.
Pasaron varias horas hasta que pude anclarme en mi cuerpo, conseguir
un vuelo a Roma y recuperar mi vida «normal».
Algunas
semanas después comenzó mi nuevo viaje metafísico, que redefinió
para siempre el significado de la palabra «normal»... Desperté
(de nuevo a las 4:00 a. m.) oyendo un extraño sonido de fondo que
sonaba en mi cabeza, como si en la base de mi cerebro se estuviera
sintonizando una estación radiofónica. Instintivamente me levanté
y busqué por las habitaciones, tratando de encontrar una explicación
física y terrenal, pero no había nada anormal en la casa... nada
que pudiera explicar el origen del sonido. Cuanto más intenso se
hacía, más buscaba una explicación física, sin encontrar nada
tangible.
En
un estado como de trance, fui a mi estudio, encendí el ordenador y
observé atónita que mis dedos empezaban a escribir un mensaje
pulsando las teclas del ordenador. Según parecía, se había abierto
un canal.
Esa
fue la primera de una larga serie de sesiones matinales durante las
cuales tuve el privilegio de oír y transcribir las enseñanzas de
seres que se identificaron como los «Emisarios del Alto Consejo de
Sirio»...; según se me dijo, las transmisiones procedían de la
sexta dimensión.
Después
de estar transcribiendo los mensajes claros y sucintos del Consejo,
nació un libro. Este fue guiado sin esfuerzo a manos de Alick
Bartholomew, entonces editor de Gateway Books, quien creyó en el
material y poco después contrató los derechos de The Cosmos of the
Soul para su publicación.
Me
sentía encantada de haber dado a luz el material de los Emisarios,
pero un poco decepcionada..., como si el final de este esfuerzo
marcara también el final de mi más increíble incursión en el
mundo de la metafísica.
Sin
embargo, para mi sorpresa, la llamada a despertar a las 4:00 de la
mañana volvió a producirse cuarenta y ocho horas después. Se me
dio el título de las primeras transmisiones de ésta, su segunda
obra: Vuelve la Atlántida.
Este
libro también ha sido una experiencia increíble, un proceso de ir
más allá de mis Impías convicciones y creencias esenciales para
aceptar el controvertido material que estás a punto de leer sin
censurarlo. En el proceso de sacar esta información a la luz he
abierto mi mente a una extraordinaria perspectiva universal que ha
cambiado mi percepción de manera sorprendente.
En
un momento en que el continente perdido está resurgiendo en el fondo
de nuestra conciencia, las enseñanzas de Sirio nos ayudan a integrar
el conocimiento de la Atlántida y el miedo de los Últimos Días...,
miedo que, según nos dicen, hemos llevado en nuestra memoria
colectiva hasta ahora. Su mensaje tiene la intención de educarnos
respecto a las energías que estuvieron operando en los últimos días
de la civilización atlante.
Su
intención es explorar la lucha constante que asola a la humanidad y
a nuestro planeta, fortaleciéndonos con la verdad y el libre
albedrío que debemos reclamar como residentes siglo XXI de un ser
cósmico que está a punto de ascender a la cuarta dimensión.
Se
nos pide que usemos la información para equilibrar la balanza entre
la luz y la oscuridad en este punto de inflexión —una época
paralela a la Última Generación de la Atlántida— para toda la
humanidad, nuestra Tierra y el cosmos.
Esto
es una historia. Una lección. Y un aviso.
Comienza
con un mensaje muy críptico:
Tienes
una misión específica.
Tú,
Guardián de los Cristales, has vuelto al escenario 3D (3
dimensiones) con una misión específica. Como Sumo Sacerdote de Ra,
has conocido el poder de los guerreros oscuros y tienes recuerdos de
cómo los miembros de la Última Generación imprimieron códigos
etéricos e implantes electromagnéticos en las estructuras
morfogenéticas individuales, al tiempo que alteraban las frecuencias
electromagnéticas de los campos geotérmicos gaianos, que sirven
para controlar la mente colectiva de esa civilización y para poner
riendas a las energías gaianas.
Tú
recuerdas la manipulación que el sacerdocio oscuro hizo de los
elementos y el caos causado en el planeta Tierra por sus abusos y
crueles descuidos. Está volviendo a ocurrir — 13 000 años
terrenales después— y tú, Trydjya, eres una de los muchos que han
vuelto para restaurar el equilibrio de la balanza.
Actualmente
hay un gran número de atlantes encarnados que están abriendo el
cofre del tesoro de la memoria colectiva humana a fin de poder
trabajar su experiencia de la devastación ocurrida en la Última
Generación. Y, sí, la raza humana siente crecer el temor en su
seno, porque el recuerdo de la violencia del cataclismo global y de
la esclavitud de la raza ahora está resurgiendo en vosotros.
Y,
sí, vuelve a producirse un enfrentamiento entre las fuerzas de la
luz y las de la oscuridad, Y en este momento de vuestra progresión,
cuando estáis a punto de entrar en la cuarta dimensión, el cuerpo
emocional de la Tierra oscila descontroladamente entre los polos, y
vosotros habéis venido a aquietar el péndulo..., a ayudar al
renacimiento de Gaia.
Vosotros,
los de la Luz, habéis venido a calmar las aguas. Vuestro tiempo ha
llegado y la mayoría sois conscientes de que se os está llamando a
la acción. Por desgracia, los Seres Delfín y las Grandes Ballenas
están siendo exterminados sistemáticamente, y ya no podéis contar
con su ayuda. Esto es muy grave porque, sin su entramado sónico de
frecuencias oceánicas, os encontraréis a merced de los iracundos
mares terrestres.
Una
vez más, como en la Atlántida, la furia de Gaia está azotando
vuestra realidad terrenal con ganas de venganza... recordándoos que
la alteración de sus energías causada por la humanidad ha
sobrepasado todos los límites, y que ella está, una vez más,
tomando el mando por la fuerza. La vibración negativa del abuso
humano es como una infección bacteriana mortal y, como el sistema
inmunitario humano, el cuerpo emocional de Gaia está poniendo en
acción su mecanismo de auto-curación para combatir la enfermedad.
Este,
la repetición de la Última Generación de la Atlántida, será el
último conflicto de la humanidad en el reino material. Una vez más
los alquimistas, los manipuladores de las energías terrestres, os
tienen atrapados entre los extremos polares.
Esto
está ocurriendo tal como estaba programado. Las fuerzas que operaron
en la Atlántida eran manifestaciones arquetípicas de la polaridad
de la Tierra, y vosotros habéis venido a encontrar la resolución de
dichos extremos en este momento tan crucial de ascensión en todo el
sistema solar.
Los
alquimistas de oscura intención han vuelto para reactivar la trama
electromagnética, mientras imprimen nuevos dispositivos de control
en los éteres, y todo esto se os está haciendo usando vuestra
tecnología. Ahora, como en la Última Generación, las personas de
la Tierra estáis siendo bombardeadas por sonidos subliminales,
códigos e imágenes, frecuencias electromagnéticas y otros métodos
de control mental que todos vosotros conocéis muy bien; basta con
que levantéis el velo y recordéis.
Las
improntas codificadas de los oscuros fueron almacenadas en el ADN
humano como memoria racial, para poder ser reactivadas posteriormente
y usadas por las fuerzas de la oscuridad con el fin de controlar, una
vez más, a las masas de vuestro planeta. Es imperativo que ahora
traigáis esta información a vuestra propia conciencia, que la
emitáis a través del centro del corazón y que la hagáis llegar a
aquellos que puedan entenderla y transmutar los controles codificados
en frecuencias luminosas de amor.
Tú,
Trydjya, debes estimular tu recuerdo de ese acto para ayudar a
neutralizar esa intención. Tu retomo a la Gran Pirámide ha
provocado la iniciación, que se completará en la cámara
subterránea, en la que viajarás a esa vida pasada..., la Última
Generación de la Atlántida. Serás guiada a ver con tu ojo interno
la parte de la historia que no ha sido contada. Tú, Guardiana de los
Crista/es, tuviste acceso a los generadores de luz activados
mentalmente de la Atlántida.
Tú
has conocido los frescos y oscuros túneles, así como las cuevas de
curación amatista de los mundos internos de Gaia, y te has bañado
en la soleada Cúpula cromática del templo de curación de Poseidón
y en las grandes pirámides de Atlán, donde todo estaba iluminado
por la irradiación de Ra, tu Deidad Solar. Despierta ahora, hija de
la Atlántida. Es hora de ir a la escuela.
Mirando
atrás, destellos de recuerdos enterrados de la Atlántida empezaron
a revolotear en el ojo de mi mente. Algunos de ellos eran de cuando
tenía cinco años; a esa edad, para asombro de mi madre, comencé a
sentir una fobia peculiar por los puentes. Aún recuerdo el miedo que
me daba atravesar con mi familia el puente de la bahía de San
Francisco, mientras que cruzar el Golden Gate siempre me provocaba
una reacción de pura histeria.
Mi
madre tenía que sentarse en el asiento posterior conmigo, ponerme
una manta sobre la cabeza y hablarme durante la fase traumática
hasta que tocábamos tierra firme al otro lado, y eso continuó hasta
bien entrada en la adolescencia. Aparte de esos inexplicables ataques
de fobia y ansiedad, era una niña normal, feliz y adaptada, lo que
hacía aún más notable el enigma de estas crisis causadas por los
puentes.
En
esos momentos sentía un miedo incontrolable de que el agua barriera
el puente y me arrastrara al fondo del mar, como había hecho antes,
en el puente y me arrastrara al fondo del mar, como había hecho
antes, en alguna parte...; de algún modo, a nivel primordial, mi
mente infantil recordaba. Ese lugar anterior era la Atlántida.
También
tenía un sueño persistente y recurrente en el que una y otra vez
era barrida de una playa desconocida y tragada por el mar, donde
luchaba desesperadamente bajo el agua, intentando salir y, sin
embargo, cuando empezaba a hundirme lentamente, era incapaz de
distinguir el fondo de la superficie. Mirando atrás, me doy cuenta
de que estos sueños eran muy extraños en una niña de seis años, y
persistieron hasta bien entrada en mi vida adulta.
Al
ser una niña psíquica, mis experiencias personales y las
inexplicables comprensiones que surgían en mi mente a menudo
cuestionaban los dogmas prevalecientes. Era un tiempo en que estas
cosas se aceptaban mucho menos que ahora, a la luz de la era en la
que estamos entrando.
Yo
hablaba abiertamente sobre la Atlántida, la tierra «mítica» de
Platón, sabiendo que mi fascinación por el continente perdido era
algo más que mera curiosidad. Tenía retazos de recuerdos...
imágenes de cuevas de cristal y torres iluminadas por el sol que
volvían a mi mente una y otra vez.
Atlántida.
Era parte de mí y estaba tan profundamente arraigada que la había
llevado conmigo durante otras vidas hasta aquel cuerpo de niña que
lloraba cuando tenía que cruzar puentes. Estaba dispuesta a entrar
en contacto con ese recuerdo por muy escondidas que estuvieran las
respuestas.
Los
años anteriores a mis primeras comunicaciones claras con los
Emisarios tuve la oportunidad de trabajar en Boston con una terapeuta
especializada en regresiones a vidas pasadas que me guió en un viaje
de tres horas por cinco vidas diferentes.
La
más significativa de ellas es la que viví en Atlán, una ciudad tan
moderna como las de nuestros días, con un impresionante perfil
urbano de altas torres y templos piramidales. Guiada más allá de
las distracciones de la mente charlatana, pronto me encontré de pie
ante una enorme pirámide cristalina, una estructura que encontré de
pie ante una enorme pirámide cristalina, una estructura que no tenía
entrada ni marcas de ningún tipo.
Sin
embargo, supe que podía penetrar su muro externo simplemente
poniendo la mano en un punto de su superficie, porque yo era «del
Sacerdocio». Le expliqué a la terapeuta que nosotros, los
privilegiados de Atlán, teníamos códigos secretos en la palma de
la mano izquierda que nos permitían entrar a todos los templos y
estaciones energéticas de la Atlántida.
Al
momento siguiente —entrando en un parpadeo a la estructura—
estaba dentro de la pirámide, muy consciente de hallarme en su
epicentro absoluto y sabiendo que esta posición estratégica era
importante para alinearme con las energías cósmicas presentes. Como
profesora de la Sabiduría Secreta, estaba instruyendo a un grupo de
doce iniciados, todos sentados en el suelo, a lo largo del perímetro
de la pirámide.
Los
sacerdotes llevaban puestas túnicas de color índigo de estilo
similar a los monjes benedictinos, pero el tejido era de una textura
brillante e iridiscente, e irradiaba luz de tal modo que parecía
brillar en la oscuridad. En nuestro mundo actual no existe ningún
material parecido, una consideración que parecía contener una clave
importante sobre por qué yo había vuelto a contemplar este momento
en mi memoria subconsciente.
Guiada
a examinar la escena más de cerca, tomé conciencia de que, más que
enseñar, en realidad estaba recibiendo algún tipo de transmisión.
Parecía que la fuente estaba allí, entre ellos, pero a mí me
costaba identificarla. Dirigida por la terapeuta, miré al
contingente de iniciados para ver que una mujer —una figura
luminosa y penetrante— se había puesto de pie y sus ojos emitían
rayos láser directamente hacia los míos, realizando una transmisión
de pensamiento que irradiaba en mi conciencia como «sabiduría».
Según
me di cuenta, a continuación yo transmutaba esa luz en lenguaje para
los sacerdotes que habían venido transmutaba esa luz en lenguaje
para los sacerdotes que habían venido a recibir el conocimiento...
porque, al ser iniciados de nuevo cuño, aún no estaban sintonizados
para recibir la frecuencia directamente de la Fuente.
Se
me dijo que ella era Kataar, una guía de otra dimensión que me
había acompañado a lo largo de todas mis encarnaciones desde mi
primera aparición en la Atlántida. Algunos años después, cuando
empecé a recibir las transmisiones de Cosmos enviadas por el
Concilio, comencé a tomar conciencia de lo increíble: no sólo
había estado en contacto con la gente de Sirio desde el principio,
sino que este ser brillante, Kataar del Alto Consejo, había sido mi
guía personal durante mis misiones en la Tierra.
Dirigida
por la terapeuta a examinar la escena aún más de cerca, observé el
verdadero intercambio energético que se producía en la pirámide:
parecía haber una configuración triangular de luz blanca-dorada
moviéndose entre nosotros. Kataar, la iniciadora, me enviaba la
«sabiduría cósmica» en esos rayos de luz láser concentrada; yo,
la transmisora, decodificaba las frecuencias y las reenviaba a los
sacerdotes como lenguaje; ellos, los receptores, enviaban su
reconocimiento telepáticamente a ella, completando así el
circuito.
Al
estudiar la escena, la triangulación energética empezó a
multiplicarse, desplegándose en una red de triángulos dorados —una
trama luminosa—, y nos vimos rodeados repentinamente por un
sobrecogedor espectáculo luminoso de simetrías y formas. Se trataba
de un resplandor dorado que se extendía hacia la infinitud
galáctica, un despliegue de energía espectacular: la Red de Luz
Gossamer.
En
medio de todo ello tomé conciencia agudamente de que uno de los
iniciados, sentado en el rincón que quedaba a la izquierda del
grupo, tenía una actitud sospechosamente furtiva y era,
evidentemente, muy oscuro: un Judas. Sintiendo que había sintonizado
con él, se puso la capucha sobre los ojos para escapar a mi
escrutinio, tratando de pasar desapercibido.
A
medida que la capa de oscuridad le envolvía, el espacio empezó a
llenarse de oleadas de energía negativa. Sentí que la oscuridad
lanzaba sobre mí una fuerza amenazante y ominosa, y supe
inmediatamente que su presencia encubierta entre nosotros tenía una
intención oscura.
En
el mismo momento en que me sentí enfrentada con la poderosa oleada
de energía negativa, Kataar envió el mensaje: -Tenemos una
interferencia aquí... Voy a cortar la transmisión». Invocó la
vuelta de la luz; los triángulos de luz empezaron a cerrarse y la
regresión se detuvo casi inmediatamente.
Durante
mucho tiempo después de la sesión me perturbó la oscuridad oculta
que había debajo de aquella capucha, surgida de las oscuras
profundidades de mi subconsciente y puesta a la luz como una pieza de
un rompecabezas aún incomprensible. Sentí que anunciaba una
iniciación que vendría en algún momento futuro de mi camino, y
supe que el intruso oculto tras la capa se manifestaría antes o
después en algún momento de mi vida.
¿O
era algo que había pasado anteriormente..., las sombras de una vida
en Atlán? «Guardiana de los Cristales» La posibilidad de haber
trabajado con cristales en otra vida en la Atlántida ciertamente
explicaría la fascinación que siento por el reino mineral y mis
años de dedicación al alegre trabajo de curar con cristales.
Mi
primera colección de minerales fue una serie de pedazos de cuarcita
y otras piedras que yo misma fui recogiendo en las colinas detrás de
nuestra casa, donde desenterraba todo tipo de rocas, fósiles,
cabezas de flechas indias y otros regalos de los fértiles campos.
Mi
colección de productos de la tierra pronto llenó mi habitación y
se extendió hacia la entrada de la casa. Por suerte, fui bendecida
con una madre amorosa y generosa que animó mi pasión infantil y mi
mente inquisitiva, y lo ha seguido haciendo hasta el día de hoy.
Aún
recuerdo el día en que me llevó a la tienda de minerales para
comprarme mi primer cristal de cuarzo. Ahora ambas sabemos que era la
llamada de la Atlántida la que nos llevó a las dos allí —madre e
hija— y que fue un momento mucho más mágico de lo que ella creyó
entonces, un momento que duraría eternamente.
Mirando
atrás, me doy cuenta de que ya en primer curso de primaria me
obsesionaban los cristales, en la misma época que tenía pánico a
los puentes y soñaba que me ahogaba en las profundidades del mar.
Pasaba horas en mi habitación jugando con las rocas y minerales que
había reunido, pero siempre me fascinaba la punta de cuarzo que mi
madre me había comprado.
Era
el orgullo de mi colección, porque tenía dentro un arco iris
increíble y yo me perdía en los prismas de su luz...: mis primeros
viajes astrales conscientes. Éste era un comportamiento
relativamente extraño en 1958, mucho antes de que los cristales se
pusieran de moda, y ciertamente no era la distracción típica para
una niña de seis años.
Recuerdo
que pasaba horas mirando la brillante punta de cuarzo, viajando por
el puente de su arco iris, como un rayo de luz que se vierte por la
ventana de una habitación oscura. Lo que mi madre llamaba
«ensoñaciones» era en realidad la recuperación infantil de mis
habilidades y mis recuerdos de vidas pasadas. Aunque entonces no lo
sabíamos, aquel cristal generador estaba reactivando mi conexión
con la Atlántida, si bien es cierto que necesité cuarenta años más
para que el velo se levantara definitivamente y pudiera recuperar la
experiencia de la Generación Perdida.
Sólo
entonces recordé el propósito de mi actual encarnación, en medio
de la confrontación final entre las fuerzas de la luz y la
oscuridad: un preludio de la transmutación de Gaia. Durante un
tiempo dejé de lado los cristales porque estaba demasiado ocupada
creciendo y viviendo la pubertad para prestar atención a cualquier
otra vida que no fuera ésta.
Como
suele ocurrir con los niños dotados de poderes psíquicos, la
conciencia y visión de mis primeros años se desvaneció, dejando
paso a la montaña rusa de la vida emocional de una joven y
floreciente mujer: la necesidad de ser querida, el descubrimiento del
sexo, enamorarme, desenamorarme y volver a enamorarme, y viajar por
medio mundo antes de que empezaran los «sueños» de la Atlántida.
Como
las páginas de una novela, mis sueños entretejían un fantástico
tapiz de paisajes ricamente coloreados, reflejos de un subconsciente
lleno de grutas cristalinas y mares turquesa, bosques llenos de
esmeraldas y cuarzos del tamaño de árboles, pirámides translúcidas
y grandes naves voladoras que poblaban mis escenarios mentales.
He
visto fantásticas imágenes de torres de cristal, cámaras de
curación y motores solares, y siempre he sabido que estaba
recordando una tierra que he querido, por la que he llorado y que he
considerado mi verdadero hogar.
Uno
de los sueños ha dominado los campos de mi mente onírica durante
tanto tiempo que apenas puedo recordar cuándo empezaron sus
inquietantes reapariciones. Siempre es exactamente igual., no cambia
nunca. Ahora, después de tantos encuentros con el recuerdo, cada uno
de sus detalles ha quedado grabado indeleblemente en mi mente.
Me
encuentro en una cueva, siendo la observadora de la escena. Allí hay
un altar. Su base es una gran espiral como de cobre, que se eleva
unos cuatro metros sobre el suelo de tierra. Encima de ella hay una
esfera cristalina perfecta, y dentro de este gran globo de cristal
está ensamblado un filamento de oro, curvado en forma de «S», como
una serpiente preparada para atacar.
Observando
este altar hay un muchacho joven, de unos diez o doce años, vestido
con ropa amatista. Lleva puestas serpientes de oro enroscadas
alrededor de su cuello y muñecas. Tiene un halo aristocrático e
intenso a su alrededor que le hace parecer mayor de lo que realmente
es, y exuda una confianza intemporal.
Tiene
una presencia imponente. De pie, junto a él, hay una mujer, una
sacerdotisa vestida con una túnica de «madreperla» blanca
luminiscente, que parece irradiar luz por cada curva y borde de su
perfil. Yo estoy únicamente observando; no participo en la escena.
La sacerdotisa está enseñando al niño algo sobre la energía y su
manifestación. El es el supervisor de los generadores, el Guardián
de la Energía.
En
un momento dado entiendo que, enviando pensamientos en dirección
ascendente por la espiral de cobre, puedo encender el cristal: toda
la cueva se ilumina cada vez que envío un pensamiento por la
espiral. Aquí empiezo a canalizar alguna información muy
significativa sobre realidades dimensionales, universos paralelos 51
el verdadero significado de la alquimia, y me doy cuenta de que la
información está viniendo a través del sueño para ofrecerme guía.
Estoy experimentando que el pensamiento es Luz..., que el pensamiento
crea luz..., que la luz es pensamiento en su expresión cristalina.
En
este sueño me siento ¡encantada! Se me está mostrando lo simple
que es..., como si la «simplicidad», por sí misma, fuera un gran
despertar. Me entretengo enviando estos pensamientos por la espiral y
viendo que la esfera de cristal se enciende como una farola. En un
instante, la cueva se ilumina completamente y veo las paredes
forradas de cristales y espírales de cobre, conectadas con
esmeraldas sin tallar.
Toda
la estructura es un complejo diseño de cristales de cuarzo y
amatista, de espirales de cobre, esmeraldas y filamentos de oro que
interconectan los cristales. Desde el punto donde me encuentro,
grito: «Soy el generador central de esta estructural», y
seguidamente me despierto; un sudor frío cubre mi cuerpo...; me
abruma la sensación de que, más que un sueño recurrente, éste es
un recuerdo verdadero de la Atlántida que está emergiendo de las
profundidades de mí alma.
Por: © Edición
Original Patricia Cori 2001
Publicado
por: Anshelina el 29/07/10
Actualizado:
Anshelina 11 mayo de 2012
WebSite:http://loqueheaprendidode.blogspot.com
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