La Alquimia de las Relaciones
Este artículo fue tomado del libro : " El Manuscrito de Magdalen" recibido
por Tom Kenyon y Judi Sion
Muchos manejamos nuestras relaciones en la misma forma en que jugamos al
póquer. Hacemos todo lo posible para llevar ventaja. Si eso falla,
simulamos. Hacemos creer que tenemos cartas que no tenemos. Engañamos.
Mentimos.
Y en tanto éste es el modelo para muchas relaciones en nuestra época
postmoderna, no lo es para la Relación Sagrada según se describe en el
Manuscrito.
Permítanme poner esto en claro. Las Relaciones Sagradas no son para
cualquiera. De hecho, sospecho que hay muchas menos personas capaces o
siquiera dispuestas a intentarlo, que personas que prefieren jugar juegos de
naipes emocionales.
Este tipo de relación exige máxima honestidad de ambos, uno y su compañero.
En vez de esconder las cartas, las ponemos en la mesa todas boca arriba.
Todas nuestras esperanzas, todos nuestros miedos, todos nuestros
pensamientos celosos o mezquinos, todas nuestras maquinaciones: todo se
expone a la clara luz de la consciencia para que nuestro compañero lo vea. Y
él o ella debe hacer lo mismo. No va a funcionar si dejamos la puerta de
atrás sin llave para escapar mentalmente. No va a funcionar si ambos no son
impecablemente honestos uno con el otro.
Y la razón para este tipo radical de honestidad es que, sin ella, la
Alquimia de las Relaciones no puede suceder. Ahora bien, este término puede
ser nuevo para muchos, aun para los que estudian la alquimia interna, ya que
la dinámica de las relaciones íntimas rara vez se menciona en las cuatro
corrientes principales de la alquimia (Egipcia, Taoísta, Tántrica de Yoga y
Tántrica Budista).
De modo que estaría bien definir aquí lo que quiero decir, para poner alguna
base a esto. Como todas las clases de alquimia, este tipo de trabajo intenta
cambiar una forma por otra. La forma, en este caso, es la dinámica que media
entre dos personas, a la que se han habituado. Después de un tiempo, la
gente tiende a caer en la rutina. La vivacidad que existía al principio de
la relación se diluye. Ambos se vuelven más o menos inconscientes. La dura
realidad es que lleva una vigilancia y esfuerzo continuos para conservar
viva y consciente una relación.
Muchas relaciones se van cayendo porque ninguno de los dos tiene ganas o
capacidad para hacer el esfuerzo que requiere sostenerlas. En vez de
experimentar la novedad de cada momento dentro de la relación, con el tiempo
se va colando una especie de pesadez; lo que solía ser excitante se vuelve
aburrido. Y lo peor es que se instala una especie de letargo psicológico y
emocional, y ambos sucumben a los efectos adormecedores de la inconsciencia.
Este tipo de inconsciencia es un amenaza mortal para el insight y la
consciencia psicológica y, aunque rara vez se lo menciona, tiene un efecto
negativo sobre la vida espiritual también.
Así que la forma que debe cambiarse dentro de una relación es literalmente
la forma de las interacciones que habitualmente tienen lugar entre las dos
personas.
Como en todas las clases de alquimia, debe haber un recipiente en que tengan
lugar las reacciones. Y en este caso, es el recipiente de la seguridad y el
aprecio que lo aporta el reservorio para la transformación.
Si faltan la seguridad o el aprecio, este tipo de alquimia no puede
funcionar. Y si has decidido que quieres intentar este tipo de alquimia en
tu relación, te sugiero que primero hagas un análisis. Evalúa honestamente
si sientes que hay seguridad y aprecio en tu relación. Si no lo sientes,
desperdiciarás tu tiempo tratando de emprender este tipo de alquimia con tu
compañero actual. Sugiero que enfoques tus esfuerzos, más bien, en los
esfuerzos solitarios mencionados en el Manuscrito. Si de todos modos quieres
intentarlo, trata de hablar con tu compañero sobre estos sentimientos de
peligro y falta de aprecio que tienes. Sólo si se resuelven, cuando así sea
podrás considerar intentar este tipo de alquimia.
De modo que ahora tenemos dos de los tres elementos necesarios para la
alquimia:
Algo a transformar (los patrones habituales de interacción) y el
recipiente (la red de seguridad, por así decirlo, de la relación misma)
Se necesita un tercer elemento y ése es, por supuesto, la energía para
provocar la reacción. Generalmente hay abundante energía en las relaciones,
bajo la forma de patrones neuróticos, esperanzas, miedos y deseos.
Hablaremos de ellos en seguida, pero primero quiero hablar del acero.
Nuestro yo psicológico se parece mucho a una espada hecha de una aleación de
acero. Se ha forjado en la ardiente fundición de nuestra infancia, en las
presiones formativas de nuestras experiencias más tempranas. Este período
temprano de la vida liga los elementos de nuestras psiquis. Y como el acero,
esto se hace bajo inmenso calor y presión. Algunos de nosotros sufrimos el
abuso de padres despóticos o directamente hostiles cuando no destructivos.
Algunos fuimos dejados a nuestra suerte sin apoyo ni guía de ninguna clase.
Y todos los tipos de relaciones de los niños con sus padres caen entre estos
dos extremos. Las posibilidades de presiones sobre la infancia son
prácticamente innumerables, y también las aleaciones psicológicas que
resultan de esta clase de experiencias.
Mucho se habla del niño interior en muchos grupos de crecimiento personal, y
en tanto es ciertamente valioso tomar contacto con el yo más joven, no
siempre es agradable. Un mito de nuestra cultura dice que la infancia es
época de inocencia, un período en que todo está bien en el mundo. Para
algunos niños puede ser; para muchos definitivamente no lo es.
Recuerdo estar en la casa de un colega terapeuta durante una fiesta hace
unos pocos años. La mayoría de los adultos éramos terapeutas, psicólogos o
psiquiatras. Yo me había acomodado en un enorme sofá, tomando mi Pepsi,
cuando noté una situación interesante. Uno de los terapeutas había traído a
su hijo y al mejor amigo de su hijo a la fiesta. Era evidente que los dos
chicos eran amigos. Estaban jugando algún juego de naipes y respetando cada
uno el turno de la jugada del otro. No intentaban trampear, parecían estar
en una burbuja de camaradería.
Entonces llegó el padre del chico y les preguntó si necesitaban algo. Los
dos lo miraron con caritas de angelitos y sonrieron. No, dijeron, con las
vocecitas infantiles más encantadoras. El papá palmeó la espalda de su hijo,
y al salir, como al descuido hizo lo mismo con el amigo de su hijo. Por un
momento, su hijo miró el incidente horrorizado. Se notaba que no podía creer
lo que veía. Entonces, cuando su padre se había ido a otra habitación, el
chico apuntó y ¡le pegó a su mejor amigo en la cara!
Esto no era inocencia infantil. Esto era ira infantil. No estaba dispuesto a
compartir el afecto de su padre, ni siquiera con su mejor amigo. Esta clase
de celos es típica de los mamíferos superiores, y nosotros aún somos
mamíferos a pesar de todas nuestras ilusiones santurronas y
autocomplacientes. No importa cuán elevados espiritualmente estemos,
mientras vivamos compartiremos rasgos con nuestros hermanos y hermanas
mamíferos.
La vida interior de un niño es a menudo muy diferente de lo que imaginan los
que lo rodean. La vida psicológica de un niño, rodeado de peligros y
oportunidades, está conformada directamente por cómo elige manejarlos. Ya
sea algo tan amenazador para su vida como un padre desquiciado o un
abusador, o aparentemente inofensivo, como elegir con quién ir al baile de
egresados, en cierta forma no importa. En tanto el impacto de pelear por su
vida muy bien puede marcar la conducta de un niño hasta avanzada la adultez,
las pequeñas decisiones de la vida, como con quién socializar o no, también
tienen importancia. Todas estas decisiones menores crean calor y presión
psicológica interna. Las aleaciones de la personalidad se funden o se
queman. La espada ya ha sido templada para cuando se alcanza la adultez, y
la aleación de nuestras personalidades ya está fijada.
Algunos salimos de esta fundición de la infancia con filos duros como la
roca; otros somos romos. Algunos sostenemos nuestros filos, otros parece que
nunca podemos sostener nada.
La cuestión con el acero es que tiende a permanecer en su forma original una
vez que sale de la fundición. Y una de las pocas cosas que alguna vez puede
re-configurar esa aleación es que el acero se vuelva a calentar como cuando
tomó forma por primera vez.
En el trabajo alquímico de la Relación Sagrada, voluntariamente nos ponemos
de vuelta en la fundición. El calor que se levanta entre dos personas cuando
sus neurosis se frotan una contra otra puede llegar a ser bastante intenso.
Si ambos pueden encontrar el coraje de ser radicalmente honestos consigo
mismos y con el otro en estos momentos que queman, las aleaciones
psicológicas se pueden cambiar. La relación recibe un nuevo hálito de vida
impulsado por la energía de la verdad psicológica.
La cuestión es que la mayoría de nosotros hace cualquier cosa para evitar el
calor psicológico. Cuando nos sentimos incómodos, muchos salimos huyendo.
Para algunos, significa literalmente hacer las valijas y salir de la ciudad,
o al menos fuera de la vista. Para algunos significa estar físicamente
presente, pero ya no presente emocionalmente. Nos entumecemos. Nos volvemos
autómatas. Nos movemos y hablamos casi en forma normal, pero nos hemos
alejado mucho hacia adentro. Otros nos atontamos con alcohol o drogas. Y
algunos lo hacemos con televisión. Los humanos somos muy hábiles y
creativos, después de todo. Podemos encontrar toda clase de formas de evitar
enfrentarnos con nosotros mismos. De hecho son demasiado numerosas para que
les dé una lista. Pero sospecho que tienen idea. Creo que la verdadera
pregunta es ésta: ¿qué haces cuando las cosas se ponen demasiado calientes
psicológicamente para tu gusto? ¿Qué haces cuando estás al borde de sentir
algo que no quieres sentir?
Para quienes están en un Relación Sagrada esos sentimientos son un llamado a
estar presentes. Es hora de ser radicalmente honestos, y que ambos expresen
sus verdaderos sentimientos, no importa cuánta vergüenza o temor les cause.
Diciéndose sus verdades, entra un elemento revitalizador en la dinámica. La
honestidad psicológica resulta en comprensión psicológica. Y con la
comprensión viene la esperanza de conciencia, y con la conciencia puede
haber cambios.
Este capítulo dista de ser un manual de Alquimia para las Relaciones. Más
que nada, creo, es una advertencia. Magdalena aludió a esto en el
Manuscrito. Lo llamó oscurecimientos hacia la huída. ¿No les suena
maravillosamente exótico? Bueno, pues no es muy exótico cuando el
oscurecimiento uno lo tiene cara a cara. Y no es un sentimiento exótico
cuando la fundición de la relación se calienta de modo que uno siente que se
disuelve (psicológicamente, por supuesto). Toma coraje y fortaleza quedarse
en la fundición cuando el calor empieza a debilitar la estabilidad de lo que
uno percibe como su propia imagen. A muy pocos nos hace gracia pasar por
tontos, que nos vean asustados, mezquinos o celosos. Y vamos a hacer
elaborados esfuerzos para esconder esos sentimientos ante otros y ante
nosotros mismos.
Pero en una Relación Sagrada esas cosas invariablemente salen a la
superficie como el barro que se levanta al revolver el fondo de un barril.
La cosa es darse cuenta de que esto no significa que estás haciendo las
cosas mal (en la Relación Sagrada); significa que tal vez las estás haciendo
bien. Como dijo Magdalena en el Manuscrito, el poder de la alquimia hace
salir, empuja hacia afuera, la escoria. Esto puede ser fascinante cuando la
escoria sale de tu compañero pero es verdaderamente horrible cuando es tu
propia escoria la que se está volcando afuera.
Lo que hace sagrada a una Relación Sagrada es que es de veras una manera
sagrada de ser. La raíz de la palabra sagrada (holy en inglés) en realidad
significa volverse completo (whole). Así que... cuando hacemos algo que crea
esta completud o integridad (en este caso psicológica) nos involucramos en
un acto sagrado.
En el crisol de la seguridad, honestidad y agradecimiento mutuo, es posible
forjar un nuevo yo. Este nuevo yo es psicológicamente más honesto, más
consciente y más libre que su contraparte antes de entrar en la fundición de
la relación. Y como el fénix que se levanta de sus propias cenizas, este yo
tiene alas. Puede volar a lugares que antes sólo podía imaginar.
Hay aquí misterios y tesoros que esperan a quienes tienen el coraje de
entrar en las profundidades de sí mismos y sus compañeros. No es para todos,
como ya dije. Probablemente sabrás si eres candidato posible, porque lo
sentirás en tu alma, en tu corazón.
Si te inicias en este camino, has de saber que no hay manual de
instrucciones. Allí afuera hay muy poca guía. El sendero a la espiritualidad
ha sido tradicionalmente solitario. Y en tanto los tiempos en soledad puedan
ser necesarios para aquellos en Relaciones Sagradas, algo ha cambiado. Ellos
consienten en transitar juntos el camino hacia la divinidad, lado a lado, a
través de cielo e infierno, a través de brillantes cumbres donde todo se ve
claro como cristal, y a través del oscuro valle de la muerte psicológica
donde es difícil ver los propios pies uno delante del otro. Sin embargo, a
través de la oscuridad del no saber, empieza a surgir una profunda fuerza
primordial. Requiere un tipo inusual de sagrada trinidad - tres cosas para
que cumpla con su muy sagrada tarea: seguridad mutua, honestidad psicológica
y aprecio del Amado.
¡Buen viaje!
© 2011 Tom Kenyon. All rights reserved.
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